Ya tardaba el sátrapa marroquí en tocarnos las narices. Según el portal GuiGuinBali, Mohamed VI, el amigo de nuestro rey, el hermano de todos los españoles, envía a otro perro de los suyos, su ministro de Cultura Bensalem Himmich, para reclamar una compensación económica por los ingresos que aportan las visitas a la Alhambra. Para el dictador alauita y sus lacayos, el origen musulmán y la hermandad entre ambos países son causas suficientes para justificar la demanda. Eso, y que Boabdil, el rey que rindió el último bastión musulmán a los Reyes Católicos, habría estado orgulloso de que españoles y sus descendientes compartieran este espacio. De película de Jaimito.
Mucho fuman el rey de Marruecos y sus acólitos. El planteamiento es para hacérselo mirar: una de dos, o se ha quedado pillado con tanta grifa y se le ha aparecido el espíritu del moro llorón, o como no sabe cómo fastidiarnos, se le ha ocurrido la chorrada ésta. Yo, que no es que adore al Duce del Magreb, pienso que su pueblo, obediente hasta hace bien poco, sabe lo que Mohamed VI les ha esquilmado, conoce la riqueza que el opresor tiene escondida por el mundo. Y éste, hiena ladina, recurre a lo manido y ataca a España en lo primero que le asalta las neuronas, ya que meterse con los vecinos es lo que más entretiene y dispersa a los suyos. “Mirad qué bueno soy, que le arranco al infiel español lo que nos robó hace siglos. Mirad, y echad también unas caladitas, qué rule, qué rule”.
Parece mentira, con lo entretenido que estaba el de Rabat, inventándose una constitución patética para aplacar lo que le pudieran montar aquéllos a los que reprime, y ahogando aún más si cabe en el silencio y el olvido al pueblo saharaui, que ahora sale y revuelve un patio que de por sí no es un remanso de paz. Como si no estuviéramos lo bastante mal como para que encima aparezca el tontito de siempre a darnos la brasa. Pues no será muy diplomático, pero a Mohamed VI habría que mandarle de una vez y por todas a hacer puñetas, que ya cansa el bobo con sus bobadas.
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miércoles, 10 de agosto de 2011
jueves, 23 de septiembre de 2010
Media hora con Mohamed VI
Parece que media hora no da para mucho en política internacional. Y menos cuando aquellos que tienen que conversar y debatir o no quieren o no saben, o ambas cosas a la vez. España tiene un problema grave con la actitud del dictador de Marruecos con respecto a la soberanía de Ceuta y Melilla. Tras el chuleo y el chantaje al que nos ha sometido Mohamed VI, el presidente del gobierno español se reúne con él a hablar del tiempo y salir guapo y hermoso en una foto. Porque esta es la sensación que da.
Se pasa por alto el tema de Melilla: el rey alauí se hace el sordo y Zapatero, más pendiente de la imagen que del fondo, no insiste no sea que el señor feudal mande otra vez a sus lacayos y se invente un nuevo asedio. Mejor le pasamos el muerto a los ministros de exteriores, que se apañen. Nosotros, a lo nuestro. Inmigración y energías renovables, que queda muy bien de cara a la galería. Todo con un buen rollo increíble, para que se note la excelente relación que existe, basada en la colaboración, el entendimiento y la sinceridad. Sobre todo, la sinceridad.
Todo el encuentro es una broma de mal gusto, un acto inútil en el que, en palabras del presidente del gobierno, la foto es lo importante. Una pose, un apretón de manos hipócrita con el que va a acabar robándote la cartera, una sonrisa para la prensa y una pérdida de tiempo. De Melilla y la extorsión, lo justo, un susurro inofensivo. Y del Sahara y su gente, de sus refugiados y represaliados, ni una mísera palabra. Es mejor abandonarles, dejarles a su suerte, traicionar las pocas esperanzas de libertad que les quedan. La cosa esta tan negra que como el nuevo convenio de pesca del 2011 no sea positivo para los intereses españoles, acabaremos recurriendo al canibalismo económico. En resumen, que el Duce del Magreb sabe que puede seguir haciendo lo que noblemente le brote de sus realezas. Lo sabe y disfruta con ello. ¡Qué pequeños somos!
Se pasa por alto el tema de Melilla: el rey alauí se hace el sordo y Zapatero, más pendiente de la imagen que del fondo, no insiste no sea que el señor feudal mande otra vez a sus lacayos y se invente un nuevo asedio. Mejor le pasamos el muerto a los ministros de exteriores, que se apañen. Nosotros, a lo nuestro. Inmigración y energías renovables, que queda muy bien de cara a la galería. Todo con un buen rollo increíble, para que se note la excelente relación que existe, basada en la colaboración, el entendimiento y la sinceridad. Sobre todo, la sinceridad.
Todo el encuentro es una broma de mal gusto, un acto inútil en el que, en palabras del presidente del gobierno, la foto es lo importante. Una pose, un apretón de manos hipócrita con el que va a acabar robándote la cartera, una sonrisa para la prensa y una pérdida de tiempo. De Melilla y la extorsión, lo justo, un susurro inofensivo. Y del Sahara y su gente, de sus refugiados y represaliados, ni una mísera palabra. Es mejor abandonarles, dejarles a su suerte, traicionar las pocas esperanzas de libertad que les quedan. La cosa esta tan negra que como el nuevo convenio de pesca del 2011 no sea positivo para los intereses españoles, acabaremos recurriendo al canibalismo económico. En resumen, que el Duce del Magreb sabe que puede seguir haciendo lo que noblemente le brote de sus realezas. Lo sabe y disfruta con ello. ¡Qué pequeños somos!
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Las provocaciones del Duce del Magreb
Es un paso más. En el anterior chantaje cometido por Marruecos contra la ciudad española de Melilla, el dictador alauí se valió de una tropilla de camorristas y alborotadores. Mafiosos de película cutre, bocazas y chillones impresentables, que obedeciendo siempre instrucciones del que todo lo sabe y todo lo manda en Marruecos, y contando con la complicidad de las fuerzas de seguridad propias, nos montaron un lío asediando territorio nacional. Todo apaciguado y tranquilizado con una media bajada de pantalones de nuestra diplomacia.
Ahora, el Duce del Magreb saca a la luz una nueva arma y lanza a su primer ministro, otra marioneta más, para que, a título “personal”, exprese su parecer sobre lo que él considera una provocación. Manda huevos, como diría aquél. Tiene delito que la visita de un español, llámese Mariano Rajoy o Juan López, a cualquier parte de nuestro territorio nacional, sea Melilla, Ceuta, Cádiz, Santiago o Teruel, tenga que ser aprobada por un país extranjero. Pero bueno, el rey de los fosfatos actúa así y así se lo permitimos, por lo que se ve.
La jugada hay que interpretarla. Mohamed VI escala un peldaño más en sus deseos de conquista sobre Ceuta y Melilla mostrando su malestar a través de un político de alto nivel, y deja para sus títeres el resto de sus artimañas y amenazas. Y ahí es donde está la única provocación de todo este asunto. El dictador millonario nos advierte, a través de sus bobos, que continuarán los asedios sobre Melilla, que en la zona manda él. Coloca las dos ciudades españolas en el punto de mira de Al Qaeda. Y, para postre, se permite insultar con sus ofensivos carteles y su vertedero de la historia a Aznar, Rajoy e Imbroda, este último elegido democráticamente por los melillenses para ser su presidente. Claro que a Mohamed VI la democracia le suena a chino. Ni conoce el concepto ni le interesa conocerlo (preguntemos a los saharauis).
El fin de esta historia el señor feudal de Marruecos ya lo tiene previsto. Para que no se salga con la suya, más nos vale que ejército y fuerzas de seguridad estén en alerta, que esto empieza a olor a chamusquina. Porque de los políticos, pusilánimes y débiles, poco parece que se puede esperar.
Ahora, el Duce del Magreb saca a la luz una nueva arma y lanza a su primer ministro, otra marioneta más, para que, a título “personal”, exprese su parecer sobre lo que él considera una provocación. Manda huevos, como diría aquél. Tiene delito que la visita de un español, llámese Mariano Rajoy o Juan López, a cualquier parte de nuestro territorio nacional, sea Melilla, Ceuta, Cádiz, Santiago o Teruel, tenga que ser aprobada por un país extranjero. Pero bueno, el rey de los fosfatos actúa así y así se lo permitimos, por lo que se ve.
La jugada hay que interpretarla. Mohamed VI escala un peldaño más en sus deseos de conquista sobre Ceuta y Melilla mostrando su malestar a través de un político de alto nivel, y deja para sus títeres el resto de sus artimañas y amenazas. Y ahí es donde está la única provocación de todo este asunto. El dictador millonario nos advierte, a través de sus bobos, que continuarán los asedios sobre Melilla, que en la zona manda él. Coloca las dos ciudades españolas en el punto de mira de Al Qaeda. Y, para postre, se permite insultar con sus ofensivos carteles y su vertedero de la historia a Aznar, Rajoy e Imbroda, este último elegido democráticamente por los melillenses para ser su presidente. Claro que a Mohamed VI la democracia le suena a chino. Ni conoce el concepto ni le interesa conocerlo (preguntemos a los saharauis).
El fin de esta historia el señor feudal de Marruecos ya lo tiene previsto. Para que no se salga con la suya, más nos vale que ejército y fuerzas de seguridad estén en alerta, que esto empieza a olor a chamusquina. Porque de los políticos, pusilánimes y débiles, poco parece que se puede esperar.
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