lunes, 26 de noviembre de 2012

Los empleados públicos


A ver si consigo aclararlo y con ello, a lo mejor, a alguno  se le abren los ojos y empieza a distinguir, que con el pecado común y propio de generalizar tendemos a meter en el mismo saco a todo dios. Y esto ha convertido a la función pública en un Titanic de mercadillo, pasajeros de distintas castas en distintas categorías, la masa currante hacinada en la bodega y los privilegiados, junto a tripulación y oficialidad, con entrada de primera para los botes salvavidas, que esto se hunde.

Los empleados públicos, esos adoradores del maligno a los que los ineptos gobernantes recurren para desprenderse de sus culpas y cargar con sus responsabilidades. La Ley los define como aquéllos que desempeñan funciones retribuidas en las Administraciones Públicas al servicio de los intereses generales y los clasifica en funcionarios de carrera, funcionarios interinos, personal laboral, personal eventual y personal directivo. Y esa misma ley fija, para todos ellos, como fundamentos de actuación, entre otros, el servicio a los ciudadanos y a los intereses generales, la igualdad, el mérito y la capacidad en el acceso, el sometimiento pleno a la Ley y al Derecho, la objetividad, la profesionalidad y la imparcialidad en el servicio, la transparencia y la responsabilidad en la gestión. Para todos los empleados públicos.

Es decir, todo aquél que cobra de una administración por el trabajo que realiza para ella es un empleado público y debe cumplir los principios establecidos. Hasta ahí de acuerdo. Pero es a partir de este punto donde se lía la cosa, porque bajo este paraguas se camuflan muchos que pervierten dichos principios y que han prostituido el concepto de empleado público. Y esta perversión es la que lleva a pueblo soberano que paga las nóminas a confundir churras con merinas.

Empiezo el desglose de los fundamentos de actuación, englobando a los funcionarios y el personal laboral en un grupo, y al personal eventual y el político en otro, más que nada por no mezclar los sabores y los olores. Punto uno. Igualdad, mérito y capacidad en el acceso. Para los del primer grupo, que se han tenido que currar un proceso selectivo, estos conceptos están más que claros. Para los segundos, los digitales, es que me meo todo. Bueno, casi todo. Porque, a ver, sin generalizar que gente buena hay en todas las casas, la capacidad está por demostrar, vistos los resultados. Ahora bien, la igualdad sí se cumple, ya que igual da del partido que sea el agraciado con el empleo a dedo, que buen sueldo tendrá. Y en cuanto al mérito, permitidme que no escriba lo que pienso, que muchas y variadas son las formas de hacer méritos y no me apetece ser vulgar.

Punto dos. Lo de someterse a la Ley y al Derecho. Los del grupo trabajador no tienen otra, el sistema lo establece, lo vigila, lo protege y lo sanciona cuando se tercia. Pero los del grupo digital, ¡ay, señor, los del grupo digital! Ya no es que muchos se pasen por el forro la ley, el derecho, la justicia, la ética y lo que sea necesario, pues con ellos no va el tema. El problema es que son ellos mismos, los corsarios, los que legislan para su beneficio. Y, como tontos no son, artículo sobre artículo, decreto por aquí y por allá, se construyen un chalé con búnker y nos dejan las casas de paja y de madera al resto de los cerditos para que nos las tumbe el lobo. El sueldo en la cartilla todos los meses es lo único que les interesa.

La objetividad, la profesionalidad, la imparcialidad, la transparencia, la responsabilidad en la gestión, los intereses generales y otras menudencias sin importancia me las dejo para dirimir mañana, que hoy ya se me ha descompuesto el cuerpo, será un virus, ya sabéis. Pero, por el momento, parece que las diferencias entre el grupo de los funcionarios y el otro asoman nítidas entre los escombros del sistema. ¿O no?

Lo dicho. Mañana, más.

 

domingo, 11 de noviembre de 2012

Carta a César Augusto Asencio

No me siento aludido por sus palabras, estimado vicepresidente. A mí que usted encienda el ventilador para quitarse la peste de encima no me afecta. Soy miembro de la Junta de Personal por el CSI-F de la Diputación de Alicante porque así lo decidieron los trabajadores de la misma. Los trabajadores. No los que digitalmente usted y los suyos colocan a capricho, esos asistentes de la nada que en ocasiones para nada sirven y nada trabajan mientras les sirven a ustedes. Los que me eligieron a mí están donde están tras pasar una oposición. Los otros, los que ustedes colocan a dedo, salen, en el mejor de los casos, de una chistera de desdeñados de algún ayuntamiento, sobrantes de los partidos que se han quedado sin teta pública de la que mamar (mamandurrias dixit Esperanza Aguirre).
Continúo, que pierdo el hilo. Como le decía, soy representante electo por el CSI-F, que es lo que me imagino que usted entiende por delegado sindical. Empecemos en este punto a diferenciar. Lo soy porque así lo decidieron en votación mis compañeros. A usted, por ejemplo, en la Diputación Provincial le han puesto los miembros de su partido, no es una elección directa. Que no digo yo que no esté bien parido el sistema, que bien debe estar cuando el premio alcanza los setenta y pico mil euros. Pero emana de una reunión de pastores en la que se decide quiénes van a ocupar el nido. Y luego, ustedes, ya con la vara de mando en la mano, seleccionan a los que les apetece oportunamente para que liben de los presupuestos sueldos que van desde los 17000 euros por media jornada hasta los sesenta y tantos mil que alguno gana por ahí (eso de que no todos los funcionarios quieren esos trabajos será coña, ¿no?).

Sigo, que he vuelto a perder el hilo otra vez. Le he oído decir que los delegados sindicales hablan mal de los asesores porque, por un lado lo que quieren es cobrar más y, por el otro, porque, al igual que los enchufados a dedo, tampoco aparecen por su sitio de trabajo ni se sabe lo que hacen. Vaya por Dios, señor vicepresidente. Si usted lo dice, será porque lo puede demostrar, ¿no? Y si es así, no estaría de más que dijera nombre y apellidos de los sindicalistas que han ido a pedirle dinero a cambio de lo que sea, o de los que entretienen las horas sindicales en otros menesteres distintos a los de obligado compromiso. Me gustaría que así lo hiciese, de verdad, tendría toda mi colaboración. El carnaval debe acabar y hay que quitarse las caretas. Todos. Transparencia y pulcritud.

Pero me da a mí que se ha columpiado usted. Con cuatro verdades le han acorralado y ha salido por la tangente más ridícula por la que podía haber salido. Y esto se lo voy a argumentar, que me pilla usted con ganas, hombre. Le cuento. Como creo que ya le he dicho antes, soy representante de los trabajadores por el CSI-F. No estoy liberado, el control horario y mis compañeros así lo atestiguan. Mi puesto está en la tercera planta de Tucumán 8, lugar donde siempre me podrá encontrar cualquiera que me busque. Incluso usted si es su deseo, o alguno de sus 38 edecanes, si es que aparecen por el sitio. Le digo esto último, no se me ofenda, porque a mí me pasa lo mismito que le ha dicho bien claro el compañero de los bomberos. Yo, hay algunos que no sé tan siquiera si existen de verdad o son un mito, como el yeti, el hombre del saco o la chica de la curva. Lo único que tengo claro es que cobrar, cobran. O eso aparece en los presupuestos de la Diputación, que hasta millón y medio de euros hay disponible para personal eventual.

Pues eso. Que ante la evidencia ha optado usted por disparar para todos los sitios, en lugar de decir la verdad. Discrimine, que para eso está la razón, para distinguir y ubicar a cada quién y a cada cosa en su sitio. Y eso que, a mí, como ya le he dicho, no me afecta lo declarado por usted. De ocho de la mañana a pasadas las tres y media me tiene usted a su disposición. A partir de esa hora, no me busque para tonterías como ésta, que no me encontrará. Hasta ese momento si quiere le asesoro gratis sobre lo humano y lo divino, a coste cero.

Una postrera pregunta, para terminar con esta sandez. Responda, si se le antoja, la siguiente cuestión. ¿Quién asesora al asesor que asesora al diputado?...Un funcionario, ¿no?...Entonces, si ya existe en la administración el sujeto que es el que al final hace todo el trabajo, dígame usted qué carajo pintan los asistentes. Porque verá, debo ser muy lerdo pero no lo entiendo…

Para terminar, que ya me aburro, dejarle clara una cosa, pues vislumbro que no sabe exactamente de qué se trata aquí. La Diputación de Alicante no es usted ni ninguno de los demás que, como usted, cada cuatro años la ocupan. La Diputación de Alicante la constituimos todos los trabajadores de la misma y estamos en ella para servir al ciudadano, que es el que nos paga, con profesionalidad, eficiencia y calidad. No para servir al político de turno. Y usted, con sus desafortunadas declaraciones, se ha permitido el lujo de echarnos encima a todos nosotros un camión de estiércol de cosecha propia. Coja inmediatamente una pala y póngase a limpiar toda esa basura con la que tan gratuitamente ha decidido obsequiarnos. Pero hágalo ya. Creo, y creo bien, que es su obligación.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Banqueros de mierda


De entrada y por ser cortés, desearía pedir disculpas por el exabrupto. Si se puede considerar como tal, porque a servidor se le antojan más groseros términos como prima de riesgo y Banco Europeo, más obscenas la austeridad y la Unión Europea, más insolentes la casta política y la dedocracia patrias, y mucho, pero que muchísimo más vomitivas la usura financiera y la especulación bancaria. Dicho esto y una vez cumplida la máxima plebeya de “si no tienes otro remedio, sé más educado que el hijo de mil padres que te está tangando en la cara”, procedo, una vez disculpado y dado que así me parece y me apetece, a detallar por qué digo, asevero, afirmo, aseguro, garantizo, manifiesto y ratifico ante el juicio final que los banqueros son, salvo honrosas excepciones por descubrir, deyecciones, deposiciones, detritos y excreciones de la humanidad.
Tarea fácil es, pues sobra con ver cómo estamos, percibir cómo estaremos mañana y conocer cuál es el final de nuestra historia; convertirnos, si no lo somos ya, en esclavos de los que, ofreciéndonos unas vistas del carajo, nos han sabido conducir al precipicio. De los banqueros. De los banqueros de mierda que, añadiendo a diario víctimas a la culata de su revólver, son culpables de la muerte física y moral que asola el estado español.
Eso sí, en esta andadura solos no están, las babosas se arrastran por delante de ellos. Dime con quién andas y te diré quién eres, de qué pie cojeas y en que huerto la metes. Los políticos allanan el camino a los amos del dinero, librándolo de obstáculos hasta dejarlo como una pista de patinaje. El ladrón y el protector de turno haciendo negocio. Hoy por ti y mañana por mí.
Es ahora y en la hora en la que la sangre desesperada de los desesperados les salpica el bajo de los pantalones cuando los desvergonzados salvapatrias y sus compinches de enfrente dicen que hay que correr para detener los desahucios. Se reunirán a tal efecto y cobrarán dietas por ello, manutención y alojamiento suficientes para que cualquiera de los muertos que llevan en la chepa estuviera aún en su casa luchando por sobrevivir. Han colaborado a que los asesinos ejecutaran su crimen una vez más, y otra y otra.
Mejor lo dejo. Quizás tenga la tarde demagógica. O quizás no, y por lo que digo me juegue los pulgares y un riñón.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Te quiero, Ángela.


Ángela Merkel vaticina que la UE necesitará cinco años o más de austeridad para superar la crisis y para ello le pide a sus socios-esclavos-dominios europeos que aguanten la respiración durante ese período de tiempo. Y sin hacer trampas, que el que se desmande ya tiene el castigo escrito. El imperio teutón posee alambre de espinos suficiente para rodear a los bárbaros del sur en sus miserables territorios, que no se extienda una plaga reivindicativa. Los crematorios son de última generación, tecnología alemana, pirolíticos mecanismos de exterminación. Una conquista de manual. Devastados los estados insurgentes y domeñada su rebelde población, el paso del ganso se impone en la muy unida Europa. Y en el mientras tanto, prohibido respirar.
Kafkiana la cosa. Viajamos todos en el subenempujenestrujenbajen que conduce la tía Angelita. Sardinillas en lata, apelotonados al fondo, portugueses, italianos, griegos, irlandeses y españoles. Apartheid. Sentados y bien anchos, en la parte noble del autobús, el resto. El silencio impera, el revisor lleva el látigo. De repente, se oye un susurro, un lamento que proviene de la tropa aplastada…El pelota de turno se chiva. ¡Señora conductora, s'il vous plaît, mire usted que el ganado se salta las normas!... Peligro en Las Gaunas…
Se detiene el vehículo. Ángela se incorpora. Achtung, Achtung, voy pa´llá. El italiano, voz baja y acojonado, le dice al infractor. Oye tú, español del demonio, que viene lanzada. Hoy va a ser el día de la bestia. ¿A quién se le ocurre respirar?..Y éste contesta. ¿Qué quieres que te diga? Por estos lares no aguantamos más con el zapato alemán en la boca. Y va el prudente italiano y replica. Estamos de acuerdo, borrico, pero la conductora del bus tiene la leche muy agria. Así que ahora te callas, que ya está aquí el anticristo con faldas. Disimula, báilate una jota, que el griego ya le danza un sirtaki, a ver si le despistamos…
Un gruñido desde el averno… ¿Quién ha sido?... ¿No he dicho yo que aquí no se respira?... ¿Queréis guerra?...Ahora, obedeceréis. A ver quién es el valiente que se atreve…Ángela se gira, se suelta, evade su cuerpo un efluvio salchichero, un ahí lo dejo que se puede cortar con un cuchillo, un aroma que promete perpetuarse durante cinco años o más. Los parias cogen aire antes de que llegue la densa niebla, porque saben que el primero que desfallezca se la come entera. Sálvese el que pueda. Y Ángela, esfínter relajado, retorna al volante, arranca de nuevo y, muerta de risa, continúa con la ruta. Señores viajeros, a la derecha Alemania. Señores viajeros, a la izquierda Alemania. Señores viajeros, enfrente Alemania. Todo es Alemania.
Adoro a esta mujer. Se me cuadran las pestañas al mirarle, se me encebolla la sangre cuando su prosapia luce en mi televisor, se me cuajan los fluidos cuando le escucho, mis ojos huyen de sus cuencas al leer sus palabras. Es un amor impuro, lo sé. Pero le quiero, no bebo, no como, no duermo y ahora ya ni respirar puedo. Locura de amor.
Agustina. Sácate un pecho y ponte al mando de los cañones, que los hombres se rinden y el invasor entra en la ciudad. La tenemos clara.