lunes, 31 de mayo de 2010

Los sindicalistas y Méndez

Los sindicatos tienen la obligación de defender y promocionar los intereses económicos, sociales y profesionales de los trabajadores a los que representan. Deben negociar la justicia y la dignidad de los salarios y condiciones de trabajo, así como tener asumido el compromiso de dar la cara por el trabajador, pues constituyen su escudo ante posibles ilegalidades y abusos. Estas premisas son las que convierten en imprescindible la existencia de las organizaciones sindicales y, en consecuencia, sus representantes, los sindicalistas.

Hoy en día, este colectivo no está bien visto. La pasividad manifiesta, el adormecimiento al que han sometido a la lucha sindical durante los últimos años, su no beligerancia ante el socio ideológico y su aspecto acomodaticio y burgués, convierten a los representantes sindicales en objeto de no pocos reproches y acusaciones. Parece justo pensar que estos ataques están más que merecidos, sobre todo hacia Cándido Méndez. El líder de la UGT no ha sabido o no ha querido actuar como era su obligación cuando de verdad se terciaba la batalla. No ha previsto las consecuencias de la errática y nociva política económica desarrollada por Zapatero. Se ha plegado, él sabrá bien por qué, a los deseos absurdos del gobierno. En resumen, no ha cumplido con su deber, traicionando todos los principios básicos que debe mantener como guía un auténtico líder sindical.

Ahora quiere despertar. Más vale tarde que nunca dirán, pero estos golpes en el pecho los tendría que haber propinado con anterioridad, en vez de las palmaditas en la espalda. No tengo nada contra él. Simplemente, no puedo confiar en alguien que ya me ha engañado varias veces. Sé que ahora no es momento de cortar cabezas en el bando del trabajador. Hay que cerrar filas y luchar juntos, aunque los capitanes no sean de fiar. Luego, cuando esto pase, si pasa, les pediremos cuentas. La ausencia de lucha es una de las mayores responsables de la posible derrota.

domingo, 30 de mayo de 2010

Un ejército demasiado tranquilo

En todo esto que hay montado con los funcionarios, hay una cosa que me preocupa, aunque sea sólo un poquito. Existe un colectivo de empleados del Estado que aún no ha dicho que esta boca es mía. Se trata de un grupo que, a lo largo de la dilatada historia de nuestro país, jamás se ha estado quieto cuando las aguas bajaban turbias. Y ahora el río no está precisamente limpio: lleva basura para repartir. Nunca, que yo recuerde, han tolerado que les manosearan sueldos y destinos, que les estructuraran y desestructuraran con tanta libertad y capricho. Es más, en muchas ocasiones, por menos de un quítame allá esas penas, han montado unos pollos de talla mundial que siempre han finalizado bañados en sangre y destrucción.
Me refiero, como es lógico suponer, al Ejército español. Imagino y deseo que el Gobierno patrio tiene controlado el tema, por la cuenta que nos trae. Aunque, como se dice vulgarmente, qué quieres que te diga, algo me corre por la barriga. Muy amigos de Zapatero no es que sean, no, los altos mandos: más de un feo les ha hecho el Presidente. Y ahora que les va a tocar los salarios, reducir la tropa y recortar el presupuesto, para hacer palmas no estarán. A los soldados que tenemos jugándose la vida allende las fronteras todos los santos días, ahora les cuentas que ésta, la suya, la que exponen por su bandera, vale menos. Y les dices que ahorren en balas, que acabaremos como Gila llamando al enemigo para que nos devuelva el misil, que sólo tenemos uno.
No es para reírse. No está el horno para alzamientos y asonadas militares, aunque el caldo invite al ruido de sables: sería el fin definitivo de la libertad. Opino, ya en plan tremendista, que no pocos apoyarían una intervención armada, bien con el silencio provocado por el hastío, o bien con la participación franca y abierta. Y, puestos a pensar en lo peor, podría tener ciertas opciones de triunfar. Es más, quizás con otro monarca, el toque de queda sería ya norma en ciudades y pueblos.
Así que, mejor no pensar en estas cosas porque, entre nosotros, y con perdón, acojonar, acojonan.

¿Dónde vas, Mohamed VI?

Con la que tenemos encima, con el lío que hay montado, sólo faltaba éste. El paladín de los pobres, el gran defensor de la libertad y la democracia, un ejemplo de gobernante por y para su pueblo, el excelso y magnánimo monarca Mohamed VI de Marruecos, ha abierto su insigne boca y, aprovechando que en España la cosa no está para entretenerse con chorradas, ha reclamado la soberanía sobre Ceuta y Melilla. No convendría perder de vista al sujeto y observar con mucha atención sus movimientos, pues el personaje en cuestión no es de fiar. Ha visto el río revuelto y ha lanzado su caña para capturar alguna pieza: algo quiere el pequeño dictador y sabe que por el camino de las amenazas veladas suele conseguir sus propósitos.
Hablamos mucho de Cuba y Venezuela y nos olvidamos que a distancia de remo tenemos una dictadura pegada a las costillas. El amigo de nuestro rey gobierna su país según se le antoja; nombra y destituye a placer al primer ministro y a los miembros del gobierno, puede disolver el Parlamento y convocar elecciones según sus apetitos. Es, además, el líder religioso y el jefe supremo de las fuerzas armadas. Franco a su lado era un aficionado. Y aquí, en España, le reímos las gracias y retiramos la vista ante los desmanes que comete. El Sahara esta ocupado, oprimido por las huestes de este dirigente nazi-islamista, condenado a la muerte y la desolación. Y aquí, le seguimos riendo las gracias. Él, rey totalitario por la gracia de su dios, sultán fascista y opresor, llama ahora a las puertas de un país descompuesto para exigir algo que, de base, debe ser innegociable.
No digo que se desembarquen tropas en Perejil ni que llamemos a la Invencible para iniciar la guerra contra el turco, pero un puñetazo sobre la mesa y un ¿a dónde vas, espabilado? no estaría nada mal. Sería bueno para el sentimiento pararle los pies al Duce del Magreb.

¿Clase media?

El término clase media se aplica a las personas con un nivel económico y social medio. Este colectivo no se va a ver afectado por las medidas del gobierno; ya soporta mucha carga fiscal, dice el ínclito ponente. Ahora es cuando yo expongo mis cuitas, pobre de mí. ¿Qué es esto de la clase media? ¿Dónde se sitúa el tope de ingresos para considerarse dentro de ella? ¿Hay un límite máximo? ¿Hay otro mínimo?
¿Son el funcionario y el pensionista miembros honoríficos del colectivo, además de unos pringados privilegiados? ¿De verdad existe la clase media? ¿O se la han cargado los políticos con sus descabellados procederes?
En plan Juan Palomo, me voy a contestar yo mismo. En España la clase media se ha extinguido por agotamiento y aburrimiento. Un gobierno socialista sometido al control de los intereses financieros ha desarrollado una política destructiva que ha fulminado el estatus social y económico de muchos que huyendo de la miseria habían alcanzado cierto bienestar. Pervirtiendo los principios de igualdad y equidad en el reparto de la riqueza, el desbarajuste económico y la especulación permitidos por legisladores ineptos han partido la sociedad en dos mitades bien diferenciadas: por un lado están los ricos, colectivo integrado por los que ya lo eran de cuna y los nuevos poderosos (políticos, asesores de, especuladores y demás calaña). Enfrente, el resto. Desde el que no come porque no hay para ello hasta el que tiene hipotecados incluso los calzoncillos. Todos más cerca de la miseria que del progreso; pensionistas, autónomos, el 90 de los funcionarios, asalariados, pequeños comerciantes, etcétera.
La diferencia entre clases es brutal, desproporcionada. Lo más sangrante es que esta separación la ha propiciado un gobierno de izquierdas. Bueno, supuestamente de izquierdas.

Baños de multitudes

No tengo el cuerpo para según qué cosas. El fin de semana pasado ha sido felliniano en materia política en la Comunidad valenciana. Por un lado, el baño de popularidad que se ha dado a sí mismo Francisco Camps, obsesionado con mostrarse feliz y dichoso de estar imputado ante sus seguidores, y luciendo concordia y simpatía a quintales. En el otro, en Elche, Zapatero, acompañado por Alarte y por la política mejor pagada de la historia de la democracia española, Leire Pajín, ofreciéndose en mangas de camisa como la gran víctima de la crisis: él, obligado por los acontecimientos, ha tenido que renunciar a sus principios y se ha cepillado de un plumazo años de mejoras sociales y económicas. Pobrecito, digno de lástima y comprensión. Él, el más grande de Europa, el Obama blanco, rendido y derrotado por los socios de la Unión y las finanzas internacionales.
Analizando a ambos, al de los trajes y al compañero de partido de la millonaria, uno se plantea quién de los dos es más impresentable; si el del cohecho impropio o el otro porque no ha hecho lo propio. Pero no pasa nada. Mientras existan las fiestas y los baños de multitudes, ambos seguirán perpetrando sus traiciones y manipulando a capricho las ilusiones y voluntades de los que confiaron en su honradez y capacidad.
A mí se me descompone el alma: no sé ubicarles, no sé en qué círculo del infierno de Dante tendrían cabida ambos, no sé qué ofensa hemos cometido a la divinidad de turno para merecer este dúo de titiriteros gobernantes. Yo no les deseo ningún mal en la vida: sólo me gustaría que, por justicia, recibieran en sus carnes el mal que están cometiendo. Y el que piense que exagero, que se mire el bolsillo y vaya contando calderilla, que billetes cada vez quedan menos, y los que hay ya se los han repartido.

Otra de Zapatero

No se atrevió. Así de sencillo y así de claro. En un acto más de cobardía y en otra muestra de manipulación, Zapatero prefirió los aplausos; continuó mintiendo, adornando su fracaso, vendiendo su gestión como una lucha titánica contra los elementos, en la que él es el héroe. A su lado, Pajín, la millonaria, y Alarte, que con el jefe que tiene va a seguir mucho tiempo en la oposición, esté Camps o no en la cárcel.

¿Por qué no dijo en Elche el domingo lo que el lunes iba a acometer contra las entidades locales? ¿Temía acaso que la conciencia de los que allí estaban arropándole estallase? ¿O, simplemente, no dijo nada porque no tenía ni idea, como ha venido siendo habitual a lo largo de su mandato? Miente sin freno, nada ni nadie le detiene; improvisa, inventa y lanza sin compasión embustes. Continúa traicionando todos los conceptos sociales y socialistas; ahora sufrirán aquellos que viven en entornos rurales y en pequeños ayuntamientos. Por no hablar del paro. Pues si se paraliza la obra pública por falta de dinero, empleo, lo que se dice empleo, no se va a crear, no. Más bien todo lo contrario. Aunque ya da por pensar que eso le importa un comino. Mientras que no falte para cubrir los sueldos de Pajín y el sueldo de los demás, no pasa nada.

Muy cerca de donde estaba Zapatero arengando a sus tropas, un grupo de gente de una plataforma de esas del Facebook le dedicaba una sonora pitada. Creo que la plataforma en cuestión responde al nombre de Nunca nadie hizo tanto daño en tan poco tiempo. Al final será que van a tener razón. Zapatero pasará a la historia, con seguridad, como el peor gestor político de España, y a los hechos me remito

Algo personal

No sabe. No sirve. No vale. Cada vez que abre la boca sube el pan. Idea tras idea, no para de meter la pata. Es el rey de la astracanada, maestro en gambadas y un auténtico quiste maligno en nuestros pulmones. Inútil a más no poder, inepto, incapaz. Soberbio y atarantado dirigente, sólo busca perpetuarse, insistiendo en equivocarse sin descanso (la última, lo del crédito a las administraciones locales). Eso sí. Tiene una virtud, algo que le diferencia del resto de los mortales; nadie como él sobre la tierra convierte en escoria todo lo que toca y destruye con mayor celeridad aquello en lo que se involucra.
Que me llamen pesimista: me trae sin cuidado. Estoy seguro, convencido por los acontecimientos del día a día, de que si el que tenemos, el innombrable presidente del desgobierno sigue dirigiendo los destinos del país, éste como tal desaparecerá arrasado, asolado, empobrecido, arruinado, hundido en la miseria. Imposible es que se vaya por su propia voluntad, pues su vanidad le domina. Así que, hasta que no quede piedra sobre piedra, lo tendremos deshaciéndolo todo por ahí.
Creo que todo esto le divierte. Es el dominante, el del cuero negro con el látigo en la mano. Le gusta vernos sufrir, sangrar y retorcernos de dolor. De otra forma no se podría entender. Nadie es tan bobo. Tanto me está amargando la vida que el asunto ya es algo personal. O él, o yo. O él, o los míos. O él, o mi supervivencia. Verle, saber que cobra de mi esfuerzo, que le estoy manteniendo mientras me destruye y que no hay manera de quitármelo de encima, es lo que más me molesta. Es mi empleado y está desguazando mi empresa. Y me lo tengo que comer. No le soporto. Es el rey de los torpes.

El Cid Campspeador

Épica, numantina defensa de su posición. Francisco Camps ha optado por llenarse de nacionalismo y, henchido de furor valencianista, acogerse a su condición de líder de la Comunidad como baluarte en su lucha por mantenerse como presidente. Todo es mentira, todo está orquestado por judeo-masones que sólo pretenden destruirle. La fiscalía es un nido de corruptos manipulados por intereses partidistas, una fábrica de falacias y pruebas falsas. Él es la víctima, no el delincuente…

Como argumento para una película tiene un pase; hay intriga, contubernios y conspiraciones. Como algo real que se pueda sostener no parece prometedor. Es un castillo de naipes que a la mínima se va a derrumbar. No es una base sólida recurrir a la demagogia fácil.

Por este sendero que ha elegido, creo que Camps se va a meter un leñazo de órdago. No debe identificar a todos los habitantes de la Comunidad con su causa, no puede decir que quien actúe contra su persona, está obrando contra todos los ciudadanos. Ese derecho se gana con honradez y transparencia, y de eso hay por el momento bien poco. La dignidad exige claridad, luz y taquígrafos; él es el acusado, no los demás. Yo no le permito que me enrole en el mismo barco que tripula. Yo pago por mis errores cuando los cometo; pues él, lo mismo. Eso dice la Constitución, todos moros o todos cristianos. Pero todos iguales ante la ley. Así que deje de auto aclamarse y se dedique a gobernar el tiempo que aún esté en el sitio, que falta hace que alguien nos ayude a mantenernos en pie. Éste es su trabajo y cobra por ello.

Envuelto en la bandera y al frente de sus ciudadanos, oponiéndose al asedio de las tropas enemigas. Sólo le falta rasgarse la camisa y enseñar un pecho, y ya tenemos a Agustina de Aragón

Hablemos de otra cosa

Mejor hablar del tiempo, ¿no? Porque comentar algo sobre la votación de ayer sólo puede provocar hastío y aburrimiento. Yo voto en contra porque tú estás más acabado que el tebeo y te estás cargando el país. Yo me abstengo por lo mismo (qué cosa más rara). Yo voto a favor porque como no lo haga así no salgo vivo de ésta. Y, al final, la vida sigue igual, como cantaba Julio Iglesias (mira por donde, uno que no parece tener problemas económicos). El Gobierno, terminal y desahuciado, va a sacar adelante su despropósito y perpetrar el econocidio con alevosía. Satanizados los funcionarios y los jubilados, estrangulados los ayuntamientos, destruidas todas las mejoras sociales obtenidas durante años y traicionadas las luchas de clases, España queda ahora en manos de los poderosos y los especuladores, aquellos que han provocado la crisis y que ahora se benefician de ella.
No somos nada. Ni tan siquiera nos gobernamos, no controlamos nuestro destino; España entera pertenece a las finanzas internacionales, pues ellas nos van a fiscalizar hasta el papel higiénico. Esto hay que agradecérselo a la gestión y dirección del Estado ejecutada, que no ejercida, por José Luis Rodríguez Zapatero y todos los que han participado con él en el desastre.
El sufrimiento pasado y el que queda por venir, los sacrificios y miserias que nos amenazan en el futuro cercano, y la miseria segura que se establecerá en el largo plazo, nos obligará a retornar a la España de la pandereta y las sevillanas, al Vente a Alemania, Pepe y al rezar por que surja otro Mr. Marshall.
Así que es preferible hablar del tiempo. Hace bueno, luce el sol pero hay riesgo de tormentas. Con un poco de suerte les podría caer un rayo encima a algunos que yo me sé.

El rostro del terror

Es la cara del miedo, del terror. El rostro de la ministra de Economía Elena Salgado, con el luminoso con la palabra crisis detrás, resume el estado de ánimo que a buen seguro le domina. Es una imagen preocupante, que sólo inspira temor y recelo. La misma que tiene un niño cuando sale a la pizarra sin tener idea de lo que le van a preguntar, sin llevar bien preparado el tema. Si se pudiese leer lo que sentía, lo que pensaba, nos asustaríamos aún más de lo que estamos."¿Dónde estoy? ¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué no salgo corriendo y me escondo hasta que pase la tormenta?"
Con la pata recién metida hasta el fondo en el barro, después de haber parido un monstruo en forma de decreto, tras recibir palos provenientes de todos los lados, una buena bajada de pantalones y a seguir con la farsa. ¿Qué más da? Las cotas de ridiculez y bochorno alcanzadas son insuperables, así que otra bobada más sólo puede provocar unas risas y algún susto que otro, pero nada de importancia. Hoy digo A y mañana B, pero la culpa es del maestro armero que no sabe escribir. Patético. Como todas las últimas decisiones de la tropa que acompaña a Zapatero en su misión de destruir España. No aciertan una ni aunque se lo pongan a huevo. La colección de despropósitos y bandazos ha alcanzado una magnitud colosal.
Es una opinión, y sólo eso. O les paramos ya los pies o acaban con todo y con todos. Cada día que pasa, el lastre es más pesado. Estamos indefensos, totalmente abandonados de la mano de dios. El final de todo esto se me antoja doloroso y trágico. Casi diría que apocalíptico.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Los políticos no se bajarán el sueldo

Tengo curiosidad por observar cómo se van a bajar los sueldos los políticos patrios. No me lo creo. Para el rato que les queda en el ajo, van a rebañar todo lo que puedan. Y si no, tiempo al tiempo. Con un cubo de palomitas y un refresco grande, acomodémonos que el espectáculo promete.

Estarán los que dirán que si en mi administración las cosas se hacen bien, si mi nivel de deuda es tal y no pascual, yo no tengo por qué dejar de percibir lo que levanto todos los meses. A mis funcionarios, que les den para el pelo, pero que a mí que no me toquen un euro.

Serán dignos de ver aquellos que aceptarán el recorte salarial a pecho descubierto, empapándose de populismo y enarbolando la bandera de la moderación y el ajuste. Después, un complemento por aquí, unas dietas por allá, un par de sesiones, tres congresos y ocho reuniones, y a llevarse igual de calentito lo de siempre y algo más, por qué no.

Luego, cómo no, el hombre duro, el rocoso defensor de lo suyo; éste ni acepta ni aceptará que le digan cómo dirigir sus posesiones. El sueldo me lo pongo yo, que para eso soy el que mando. Y mientras esté aquí, nadie me va a decir lo que tengo que hacer. Para chulo, mi pirulo. Así que, a pedir a la puerta de la iglesia (a éste habría que observarle entre bambalinas, escondiendo papeles y triturando documentación, antes de que la justicia le meta mano).

Y luego el asesor. Esta figura merece un capítulo aparte. Emboscado tras el funcionario, este amigo íntimo del que manda, este cuñado del primo de un abuelo del concejal de turno, va a cobrar todos los meses lo mismito que hasta ahora. Porque a éste no le van a tocar el bolsillo, ya que no es ni político ni funcionario. Sólo un miserable vividor.

Así que, lo dicho. Está por ver que un político en España muestre un atisbo de honradez. Soy libre de no creérmelo

Que paguen los pringados; maestros, jueces, médicos, policías...

Cincuenta años atrás, el funcionario era lo más parecido a un indigente: con cuatro perras peleaba contra su miseria, se pluriempleaba para alimentar a los suyos. Pringados dependientes del Estado que apenas tenían para sobrevivir. Los tiempos evolucionaron, y el empleado público alcanzó, a través de la estabilidad laboral, cierto equilibrio económico que, con más pena que gloria, le abría las puertas al progreso. Seguía siendo un pringado, pero menos.

Llegó la bonanza: la especulación y el ladrillo creó una nueva raza de potentados. Los jóvenes desterraban de su vida los libros ya que llevando carretillas en la obra levantaban más que un ingeniero en la función pública. No hacía falta estudiar, ¿para qué?, ¿para acabar como el pringado, machacando las neuronas preparando una oposición durante años? ¿Y luego qué?, ¿una mierda de sueldo? ¿perder poder adquisitivo, mande quien mande? ¿hacer virguerías para acabar el mes? Mejor recoger dinero fresco para tunearse el coche y pulirlo en fiestas. A su lado, los espabilados que con un cubata en la mano y media docena en el cuerpo montaban constructoras hasta debajo de las piedras, mientras se partían el pecho de risa con los pringados.

Ahora pintan bastos. No hay dónde rascar, pero no pasa nada. Ya está el pringado para pagar los desperfectos: aquél que no se benefició de las vacas gordas, que no pudo agarrarse a la teta, que asistió como espectador al esplendor, es el que tiene que correr con los gastos. Los del ladrillo y los especuladores, no. Los que se untaron el cuerpo de billetes en negro, no. Los políticos que recibieron su parte del pastel, no. Que lo paguen los idiotas; es decir, jueces, policías, maestros, administrativos, peones camineros, técnicos, ingenieros, médicos, enfermeros, fontaneros, jardineros, celadores, ordenanzas, etc. Aquellos que se dedicaron a estudiar mientras otros vivían como Dios. Los “privilegiados”. Unos pringados, vamos.

lunes, 17 de mayo de 2010

La mala leche

Intentas no tomarte las cosas tan a pecho, porque al final el que pierde eres tú mismo: te tiras enfadado todo el fin de semana, maldiciendo sobre políticos y demás miserables. La última falta de vergüenza es no querer bajarse los sueldos igual que los funcionarios. Mis hijos me miran y me preguntan que qué me pasa, si han hecho algo malo, que por qué estoy tan serio, si estoy enojado con ellos. Yo les contesto que no, por Dios, que con ellos no va el tema, que ellos no tienen nada que ver con la mala leche que llevo encima. Entonces ellos se alivian y sonríen aún más si cabe, sabedores de que no son los culpables. Y disfrutan de su vida, y juegan y se divierten.

Ellos no son los culpables, no. Pero van a sufrir las consecuencias en sus carnes, van a pagar por la soberbia e incapacidad de unos, y por la codicia de otros. Sin comerlo ni beberlo, el marrón se les viene encima. Y eso duele, duele mucho. Y en vez de relajarme, me provoca más enojo, más ira. Que me hagan daño a mí, pase, pues ya me encargaré yo de defenderme. Pero que lastimen el presente y el futuro de mis hijos no estoy dispuesto a tolerarlo. Y lucharé con todas las armas que el sistema ponga a mi disposición para evitarlo. La clase política, inepta y manipuladora, se ha convertido en el enemigo de la democracia, de la libertad y de la justicia, en el principal obstáculo para el progreso y el bienestar. Ese es ahora nuestro problema y habría que hacer algo al respecto. Sobran del primero al último.

domingo, 16 de mayo de 2010

Salir a la calle

Harto de crisis, de Zapatero y sus medidas, del descontrol absoluto en la política y la economía patria. Aburrido hasta decir basta de leer y escuchar a unos y a otros, cansado ya de hacerme mala leche, he decidido pasar de todo. Sólo de momento, mientras medito qué voy a escribir en la pancarta cuando salga a la calle a manifestarme. Porque ahora sí que toca hacerlo: juntarse con la familia y los amigos como si fuese un día de campo, y salir a decirle a los piojosos que nos gobiernan y a los miserables que les rodean que hasta aquí hemos llegado, que no nos queda cuerda, que les hemos calado y que no se nos van a escapar.
No sé si servirá para algo: están tan encastrados en los cargos, que ya forman parte del mobiliario. Han constituido una comuna privada en la que guarecerse y vegetar el tiempo que haga falta. Sacarlos de allá se me antoja muy complicado y posiblemente sangriento, pues necesitaríamos una revolución. Que se vayan ellos por su propia voluntad, apelando al sentido común y la decencia no es difícil; es imposible (no saben lo que significa ni lo uno ni lo otro)
Pero aunque tenga la sensación de que no se va a obtener nada con las protestas no sería justo con los míos si me quedara en casa, pasivo, sin participar en el lío. Creo que la vida nos ofrece una oportunidad para recuperar el control, para eliminar de nuestro camino a aquello y a aquellos que nos dificultan la supervivencia. Así que, en mi opinión, deberíamos por lo menos intentar aprovechar la ocasión. Aunque sólo sirva para sentirnos bien con nuestra conciencia y no traicionar nuestros principios. Con esto sobra para demostrar que somos mejores que ellos.

Hora de luchar

Sin que nadie nos lo diga, siendo libres, pues la libertad jamás nos la arrebatarán. Ahora toca luchar, pelear de verdad contra aquellos que quieren destruir el sistema. Todos juntos, sin fisuras, en un solo bloque fuerte y decidido, dispuesto al sacrificio y a la batalla. La historia nos brinda la oportunidad de recuperar el control sobre nuestras vidas; un control perdido en manos de políticos que han optado por la traición, gente en la que depositamos ilusiones, a la que entregamos nuestro destino confiando en su capacidad y preparación, y que nos ha dado a cambio desesperación, desamparo y miseria.

Nunca nos hemos rendido: somos un pueblo luchador que ha sabido resistir siempre y que en las ocasiones en las que se ha mantenido unido se ha mostrado invencible. Nuestra innata rebeldía, el orgullo dormido que hemos tenido enterrado en el olvido, deben resucitar para enfrentarnos con los que, después de habernos hundido, quieren que paguemos por sus errores.

Políticos profesionales y su elite de manipuladores. Enquistados en el poder, han sabido manejar nuestra voluntad con sabiduría y malas artes: nos hemos dejado engañar a cambio de promesas de bienestar y progreso. Son una casta a la que se debe expulsar y eliminar de nuestra sociedad si queremos sobrevivir con dignidad. No han querido ni han sabido protegernos, trabajar para nosotros. Sólo han buscado su propio beneficio, alcanzar el poder para desde allí mirar hacia abajo y pisar nuestros sueños.

Su tiempo se ha terminado: no hay por qué seguir aguantando la humillación a la que nos han estado sometiendo. Debemos detenerles y apartarles de los mandos del Estado. Hace falta savia nueva que no esté viciada. Porque mientras ellos continúen mandando, no la dejarán aparecer. Por eso hay que ir a por ellos.

A los dirigentes del PSOE

Algo he de deciros. Las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las luchas de clases. La toma de conciencia por el proletariado de su situación y su enfrentamiento al sistema, hasta conseguir derribarlo y formar nuevas estructuras, más justas y equitativas en el reparto de la riqueza. Todo esto y algo más constituye la base de una guerra política contra el capitalismo. Principios recogidos que están enraizados en los orígenes del socialismo.
Es ahora cuando me pregunto qué tipo de socialismo tenemos en este país, con qué cara os atrevéis a decir, nuevos ricos, que sois socialistas, herederos de conceptos tan válidos como la igualdad y la justicia. Políticos que os adjudicáis varios sueldos millonarios, que manejáis y disfrutáis de ingentes cantidades de dinero ajeno y que os habéis vendido miserablemente al sistema.
Habéis abandonado las luchas de clases y hecho del engaño vuestra traición. Pues no es más que eso, la infame felonía, abjurar de las ideas por el dinero y la posición, por la corrupción del poder, por ganar y ganar a costa de todo y de todos. Protegéis al banquero, al empresario, al especulador, al explotador ya que compartís los mismos deseos y los mismos objetivos.
Sois un insulto al socialismo, esperpénticos recuerdos de seres humanos que un buen día dejaron la izquierda y se prostituyeron. No decir que sois parte de la clase trabajadora; sois en este momento la estructura a derribar, el enemigo a batir. Ni uno de vosotros vale la pena; os estáis cargando en unos meses ciento cincuenta años de lucha trabajadora. No hay una cueva en la tierra, una caverna donde esconderos cuando haya que pasar cuentas…

viernes, 14 de mayo de 2010

¿Y los sindicatos?

En todo el lío que hay montado hay unos protagonistas que todavía no han jugado sus cartas, los sindicatos mayoritarios. Llevan durmiendo mucho tiempo, acomodados en mullidos colchones, sin atreverse a toser no sea que molestasen al vecino de arriba. Han permitido con su silencio y complacencia que la situación alcanzase las cotas en las que nos encontramos. Son tan responsables del desastre económico como pueden serlo gobierno y, por qué no también, oposición.

Su pasividad manifiesta, su absurda confianza en la dirección socialista, rebajan el concepto de lucha sindical a consideraciones mínimas. Su nula combatividad se ha transformado en una colaboración indirecta, clave en la desesperación y desamparo de aquellos a los que deberían proteger. Su mal entendida lealtad hacia un gobierno supuestamente de izquierdas sólo es traición y felonía al proletario.

Los objetivos conseguidos a lo largo de años de lucha, los avances y mejoras logradas con mucho sacrificio, han sido vertidos a una escombrera de recuerdos por la actitud de dirigentes sindicales compinchados con el sistema, cómplices del desgobierno, coautores de la pérdida de derechos y colaboradores de especuladores y opresores económicos.

Los sindicatos son básicos en la sociedad actual; son los medios más útiles para garantizar y salvaguardar al trabajador y su entorno. Pero deben de ser efectivos, beligerantes, lógicos con las distintas coyunturas y racionales en las decisiones. No deben tolerar abusos y desmanes, y deben estar alerta ante posibles actuaciones contrarias a la base productiva. Sin embargo, los nuestros se han bajado los pantalones y han mostrado sus miserias a la sociedad.

Ahora toca correr. Espero que lo hagan de verdad. Sería muy grave que aceptaran que políticos ineptos volvieran a pisotear de nuevo a los trabajadores.

No es una víctima

Relativo a las medidas del gobierno, es curioso el camino que toma la información: parece dirigida a formar y orientar las opiniones de los que la absorbemos ávidos de conocer el cauce que toman los acontecimientos. Según sean los medios, cada uno de su padre y de su madre, éstos te plantean el asunto de formas muy distintas.

En algunos, un ataque frontal y sin compasión al presidente del gobierno mostrándole como el gran culpable de la crisis marca la línea editorial. En otros se nos presenta la imagen de un hombre obligado a traicionar sus principios, una víctima más del desastre económico y social. Los menos se limitan a exponer y comunicar, sin entrar apenas casi en valoraciones.

Cada uno que se quede con lo que quiera. Personalmente, considero una burla el presentar a Zapatero como un alma cándida e inocente, forzada por los acontecimientos, arrastrada por el sistema a renunciar a sus creencias más firmes. En mi opinión estamos hablando de un político nefasto, el peor gestor de la historia de España. Mi argumentación es básica, primaria; su soberbia e incapacidad, su lentitud en la toma de decisiones y su torpeza en seleccionar éstas, su egocentrismo político y su traición constante a las ideas socialistas, su ineptitud y sus continuos embustes y enmascaramientos de la realidad. Todo junto, y algunas cosas más, le convierten, a mi entender, en un cáncer, en uno de los grandes culpables de lo que ha ocurrido y de lo que queda por venir, que puede que sea aún más duro. En su descarga decir que no es el único; sus compañeros, los del partido de enfrente, los sindicatos y la banca también tienen una parcela en este terreno. Pero esto no le exime de su delito. Si la dignidad que tenía cuando llegó vive todavía en él, debería dejar de hacernos daño. Él sabe muy bien cómo.

Hora de luchar

Sin que nadie nos lo diga, siendo libres, pues la libertad jamás nos la arrebatarán. Ahora toca luchar, pelear de verdad contra aquellos que quieren destruir el sistema. Todos juntos, sin fisuras, en un solo bloque fuerte y decidido, dispuesto al sacrificio y a la batalla. La historia nos brinda la oportunidad de recuperar el control sobre nuestras vidas; un control perdido en manos de políticos que han optado por la traición, gente en la que depositamos ilusiones, a la que entregamos nuestro destino confiando en su capacidad y preparación, y que nos ha dado a cambio desesperación, desamparo y miseria.

Nunca nos hemos rendido: somos un pueblo luchador que ha sabido resistir siempre y que en las ocasiones en las que se ha mantenido unido se ha mostrado invencible. Nuestra innata rebeldía, el orgullo dormido que hemos tenido enterrado en el olvido, deben resucitar para enfrentarnos con los que, después de habernos hundido, quieren que paguemos por sus errores.

Políticos profesionales y su elite de manipuladores. Enquistados en el poder, han sabido manejar nuestra voluntad con sabiduría y malas artes: nos hemos dejado engañar a cambio de promesas de bienestar y progreso. Son una casta a la que se debe expulsar y eliminar de nuestra sociedad si queremos sobrevivir con dignidad. No han querido ni han sabido protegernos, trabajar para nosotros. Sólo han buscado su propio beneficio, alcanzar el poder para desde allí mirar hacia abajo y pisar nuestros sueños.

Su tiempo se ha terminado: no hay por qué seguir aguantando la humillación a la que nos han estado sometiendo. Debemos detenerles y apartarles de los mandos del Estado. Hace falta savia nueva que no esté viciada. Porque mientras ellos continúen mandando, no la dejarán aparecer. Por eso hay que ir a por ellos.

lunes, 3 de mayo de 2010

¿De dónde?

Salvemos Grecia. Despojémonos de todo lo que nos sobra y rasquémonos el bolsillo, que nuestros amigos helenos necesitan nuestra solidaridad. No importa que tengamos el índice de desempleo más alto de Europa, que la educación y la sanidad esté en bancarrota, que nuestra deuda pública esté en cifras de record. Vamos a darles tres mil millones antes de acabar el año, y el resto, hasta nueve mil y pico, en cómodos plazos. Un préstamo de nada al 5% que a buen seguro vamos a cobrar tarde, mal y nunca.
Hay que ser más europeos que ninguno. Ellos están peor que nosotros; sus políticos han arruinado el país, empeñándolo hasta decir basta. Los nuestros, nuestros sabios y doctos dirigentes, han hecho mejor los deberes; nuevos y rocosos brotes verdes asoman por todas las esquinas del territorio nacional. Allá donde encuentran un sitio, brotan inimaginables vergeles de bonanza y progreso económico. El no va más. Vamos disparados hacia el futuro. Nada ni nadie podía imaginar que nos fuera a ir tan bien…
Está bien ayudar. Es más, considero una obligación en colaborar con aquél que lo necesite. Más que nada porque dentro de poco nos va a hacer falta a nosotros el aporte solidario de aquellos que sí que hacen las cosas como se deben hacer. Pero ahora, que alguien me aclare de dónde van a salir esos euros que solicita con angustia Grecia. Porque apretarse, lo que se dice apretarse, es difícil que lo hagamos más.
La conclusión de todo esto es muy clara; la lacra política europea ha destruido décadas de evolución con su mala praxis y su irresponsable dirección. Pasarán por méritos propios a la historia como la plaga más destructiva de la evolución humana. Mi repulsa y mi odio para todos ellos. Porque no se puede apreciar al indeseable que te lastima todos los días.

domingo, 2 de mayo de 2010

El espejo griego

El plan de rescate griego será efectivo si los empleados públicos y jubilados sacrifican su vida e ingresos en pos del beneficio común, mientras el resto de la población asume, junto a estos, una brutal subida de impuestos. En definitiva, pobreza para casi todos. Así, la mala gestión y el comportamiento torpe e irresponsable de los políticos helenos, será corregido con la miseria y el hundimiento de los ciudadanos. Como siempre, la ineptitud y la mala fe de los dirigentes encuentran su remedio en el suicidio económico de los más débiles. Porque a los poderosos, todo esto les viene bien; el que tiene, seguirá teniendo lo suyo, y comprará a precio de saldo lo que los demás se vean en la obligación de vender para sobrevivir.
Haríamos bien en observar detenidamente la evolución de los acontecimientos. No creo que los griegos vayan a aceptar pacíficamente el pago que se les exige. La ruptura social va a ser de tal magnitud que el concepto de revolución popular puede adueñarse de las calles. No olvidemos que éstas surgieron, en tiempos pasados, como respuesta a situaciones similares en el germen a la actual; incapacidad en los poderes públicos, distanciamiento entre las clases sociales, desempleo y hambruna son los elementos necesarios para provocar sangrientas y salvajes revueltas.
El error sería considerar a España inmune al desastre. Cuando un barco empieza a hundirse, son las ratas con sus movimientos las que avisan. La banca, principal responsable del caos, se cubre los riñones sin cortarse un pelo (lo de la jubilación de Botín es grande, muy grande); los políticos protegen su estatus, sabedores de lo que les espera como bajen a la arena y se enfrenten con la ciudadanía; y los sindicatos están en un estado de hibernación propio de un enfermo terminal. Miremos a los griegos y echémonos a temblar.