Harto de crisis, de Zapatero y sus medidas, del descontrol absoluto en la política y la economía patria. Aburrido hasta decir basta de leer y escuchar a unos y a otros, cansado ya de hacerme mala leche, he decidido pasar de todo. Sólo de momento, mientras medito qué voy a escribir en la pancarta cuando salga a la calle a manifestarme. Porque ahora sí que toca hacerlo: juntarse con la familia y los amigos como si fuese un día de campo, y salir a decirle a los piojosos que nos gobiernan y a los miserables que les rodean que hasta aquí hemos llegado, que no nos queda cuerda, que les hemos calado y que no se nos van a escapar.
No sé si servirá para algo: están tan encastrados en los cargos, que ya forman parte del mobiliario. Han constituido una comuna privada en la que guarecerse y vegetar el tiempo que haga falta. Sacarlos de allá se me antoja muy complicado y posiblemente sangriento, pues necesitaríamos una revolución. Que se vayan ellos por su propia voluntad, apelando al sentido común y la decencia no es difícil; es imposible (no saben lo que significa ni lo uno ni lo otro)
Pero aunque tenga la sensación de que no se va a obtener nada con las protestas no sería justo con los míos si me quedara en casa, pasivo, sin participar en el lío. Creo que la vida nos ofrece una oportunidad para recuperar el control, para eliminar de nuestro camino a aquello y a aquellos que nos dificultan la supervivencia. Así que, en mi opinión, deberíamos por lo menos intentar aprovechar la ocasión. Aunque sólo sirva para sentirnos bien con nuestra conciencia y no traicionar nuestros principios. Con esto sobra para demostrar que somos mejores que ellos.
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