En todo el lío que hay montado hay unos protagonistas que todavía no han jugado sus cartas, los sindicatos mayoritarios. Llevan durmiendo mucho tiempo, acomodados en mullidos colchones, sin atreverse a toser no sea que molestasen al vecino de arriba. Han permitido con su silencio y complacencia que la situación alcanzase las cotas en las que nos encontramos. Son tan responsables del desastre económico como pueden serlo gobierno y, por qué no también, oposición.
Su pasividad manifiesta, su absurda confianza en la dirección socialista, rebajan el concepto de lucha sindical a consideraciones mínimas. Su nula combatividad se ha transformado en una colaboración indirecta, clave en la desesperación y desamparo de aquellos a los que deberían proteger. Su mal entendida lealtad hacia un gobierno supuestamente de izquierdas sólo es traición y felonía al proletario.
Los objetivos conseguidos a lo largo de años de lucha, los avances y mejoras logradas con mucho sacrificio, han sido vertidos a una escombrera de recuerdos por la actitud de dirigentes sindicales compinchados con el sistema, cómplices del desgobierno, coautores de la pérdida de derechos y colaboradores de especuladores y opresores económicos.
Los sindicatos son básicos en la sociedad actual; son los medios más útiles para garantizar y salvaguardar al trabajador y su entorno. Pero deben de ser efectivos, beligerantes, lógicos con las distintas coyunturas y racionales en las decisiones. No deben tolerar abusos y desmanes, y deben estar alerta ante posibles actuaciones contrarias a la base productiva. Sin embargo, los nuestros se han bajado los pantalones y han mostrado sus miserias a la sociedad.
Ahora toca correr. Espero que lo hagan de verdad. Sería muy grave que aceptaran que políticos ineptos volvieran a pisotear de nuevo a los trabajadores.
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