domingo, 30 de mayo de 2010

El Cid Campspeador

Épica, numantina defensa de su posición. Francisco Camps ha optado por llenarse de nacionalismo y, henchido de furor valencianista, acogerse a su condición de líder de la Comunidad como baluarte en su lucha por mantenerse como presidente. Todo es mentira, todo está orquestado por judeo-masones que sólo pretenden destruirle. La fiscalía es un nido de corruptos manipulados por intereses partidistas, una fábrica de falacias y pruebas falsas. Él es la víctima, no el delincuente…

Como argumento para una película tiene un pase; hay intriga, contubernios y conspiraciones. Como algo real que se pueda sostener no parece prometedor. Es un castillo de naipes que a la mínima se va a derrumbar. No es una base sólida recurrir a la demagogia fácil.

Por este sendero que ha elegido, creo que Camps se va a meter un leñazo de órdago. No debe identificar a todos los habitantes de la Comunidad con su causa, no puede decir que quien actúe contra su persona, está obrando contra todos los ciudadanos. Ese derecho se gana con honradez y transparencia, y de eso hay por el momento bien poco. La dignidad exige claridad, luz y taquígrafos; él es el acusado, no los demás. Yo no le permito que me enrole en el mismo barco que tripula. Yo pago por mis errores cuando los cometo; pues él, lo mismo. Eso dice la Constitución, todos moros o todos cristianos. Pero todos iguales ante la ley. Así que deje de auto aclamarse y se dedique a gobernar el tiempo que aún esté en el sitio, que falta hace que alguien nos ayude a mantenernos en pie. Éste es su trabajo y cobra por ello.

Envuelto en la bandera y al frente de sus ciudadanos, oponiéndose al asedio de las tropas enemigas. Sólo le falta rasgarse la camisa y enseñar un pecho, y ya tenemos a Agustina de Aragón

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