Me gusta cuando bala la ovejita, BEEEE. Y cuando le contesta el corderito, BAAAA. Éste es el hit parade al que se agarra la banda del púlpito, esa reata de músicos malos, zambomberos y rascadores de botellas de anís. Vamos, que una Milschafe indica el camino y los borregos bailan el compás. Y no es que me haya dado un ataque ovino ni que me haya tragado cinco capítulos de Heidi. Es que escuchado y leído lo último en la lista de grandes éxitos, es lo que me parece.
Por el lado grande, por lo macro. Mein Führer Ángela, hay que ver qué mal me caes, cacho carne, entona el balido y nuestro pusilánime y cobarde carnero, con sus cuernos enrollados, obedece. Mariano, estruja, que viene la bruja subida a su tren. El pueblo español es ocioso y además tonto, muy tonto. Y ahí va el presidente, encogiendo el escroto y loando a la invasora, sin valor ni espíritu para atacar la crisis de frente y crecer. Digo yo que quién quiere capitanes con frenazos en los calzones. Pero lo ario es lo que se lleva.
Ahora la vertiente doméstica. Esperanza, que oye un cencerro y piensa que es la filarmónica, nos muestra el camino de la salvación. Le gustan las fiestas del lugar, los cohetes que al subir hacen fiiuu, hacen PUM, y hacen PAM. Y los demás a ella plin, a ella plin los demás. Y para hacerle los coros al futuro del PP, cómo no, González Pons, ejerciendo de cordero con espolones. Hay que auparse al carro de la próxima jefa, un transporte goloso desde el que descargar la impotencia propia en los empleados públicos. Lo fácil. De todo menos gónadas para atreverse con el chollo político. Prohibido decapitar a la bestia, lo suyo es recortar la falda hasta que asome Cuenca. Y cuando no queden flecos, a seccionar el maniquí por los tobillos.
Y en el mientras tanto, a falta de moruecos que la metan bien, los españoles a abrir la boca como un caimán mellado, que el sable es mandoble y tenemos que digerirlo. La ovejita se ha roto una pata, que lata, que lata, que no puede andar. Menos mal que aún quedan pijos y millonarios para gastarse los dineros de los que ya no dispone la extinta clase media, requiescat in pacem. O, mejor que eso. Los niños y niñas se pueden entretener con abdicaciones, entronizaciones y saraos paralelos, para lelos. Existe un mundo de ilusión y fantasía, de reyes y princesas, de nobles y aristócratas al que nunca, nunca jamás seremos invitados los gilipollas que lo estamos sufragando tiempo ha. Viva la edad media. Viva la monarquía.
Pues ante todo esto, que no me pidan paciencia, que se me ha terminado. Vuelva usted mañana. O no vuelva, que lo mismo da.
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