miércoles, 19 de junio de 2013

La cagada de Cavada


José de la Cavada, director de relaciones laborales de CEOE. Otro dóberman de la patronal que pasea entre los trabajadores sin correa ni bozal. Un chimpancé con una ametralladora, un alelado con galones, un cacique taíno que desprecia el taparrabos y se viste de chaqueta y corbata para vomitar sandeces encima de sus indígenas. Un espécimen mono-neuronal, un cabestro empresarial con galones, un fascista desmadrado, sádico cortijero, el señorito Iván que abusa de Paco el bajo y humilla al deficiente Azarías. Todo esto y mucho más es, presuntamente (hay que huir de los juicios) José de la Cavada.

Se congratula el virrey de que las diligencias ya no circulen. Muchos días son cuatro para acudir al funeral de un padre. La plebe dispone ya de coches, Renfe va a sacar el TAC (tren ataúd cercanías) y ya se ha cerrado el trato con Air Berlín para crear las “Tanatorio Airlines”. Que el trabajador gaste en unos litros de gasoil, adquiera un bono cementerio para el AVE o se beneficie del paquete” vuelo ida-taxi al camposanto-corona-plañideras clase A-incineradora-transporte hasta el nicho-taxi de vuelta al aeropuerto-viaje de vuelta en turista con cacahuetes incluidos”. Todo en el mismo día.

A don José sus colegas de la CEOE le definen como brusco. Yo, que estoy en el otro lado, en el de los que sufren, y siempre atendiendo a lo que refleja la sabiduría de la Real Academia de la Lengua, prefiero decir que este señor feudal es, simplemente, un idiota de manual (presunto, que no me llega para las tasas judiciales). Porque hay que ser muy tonto para, en la situación en la que nos encontramos, no pensar antes de soltar la puya. O eso, o ser un canalla que, consciente de sus palabras y convencido de ellas, quiere que los trabajadores volvamos a la época en la que el villano mataba por comerse las sobras del castillo.

Kant afirmaba que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. A este oficialillo de la tiranía habría que aplicarle que el poder envilece, y el poder absoluto envilece absolutamente.

Hola don Pepito, hola don José. Pasó usted por mi casa, yo su casa hipotequé. Vio usted a mi abuela, a su abuela yo la vi, pero al entierro tú no puedes acudir. Que te envíen los restos por SEUR…Ya sé, se me va la pinza, pero veréis, al igual que muchos de vosotros, estoy harto de aguantar tanto estúpido como por el mundo camina.

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