Siempre han existido dos Españas, siempre nos hemos dividido en dos mitades que se han odiado hasta la pelea, y peleado hasta la muerte. La historia de éste nuestro país está jalonada de continuos enfrentamientos fratricidas, luchas interinas que durante siglos han sembrado el rencor y la sed de venganza, desencadenándose continuamente un sinfín de acontecimientos crueles y sangrientos. En el nombre de Dios y de La Corona (la de turno) se colonizó y cristianizó América y los territorios de Ultramar, utilizando abusos, expolios y asesinatos como argumentos. Quizás algún día nos perdonarán. Con esos mismos padrinos, las confrontaciones internas se han sucedido sin descanso durante siglos. Y todo el dolor que nos hemos infringido a nosotros mismos forma ya parte de nuestra vida. Nacemos con el estigma, con la condición de pertenecer a una de las dos Españas. No se concibe que un español pueda ser neutral, estar en el punto de equilibrio, no comulgar con los extremos. Tienes que participar por una tendencia , y tu simpatía por un lado te enemista radicalmente con el otro. Esto está estructurado así, y no puedes sacar los pies fuera del tiesto. Al sistema no le interesa que te posiciones en un lugar que ellos no pueden controlar.
Quieren obligarnos a ser de izquierdas o de derechas, o socialista o popular. Les conviene mantenernos enfrentados para que de esta forma no les destruyamos el tinglado que tienen montado. Consiguen así estabilizar un caudal fijo de votos que garantiza su pervivencia en el poder aunque cambie de manos la dirección del Estado. Cuanto más nos engañen al posicionarnos, más beneficios obtienen para ellos. Les da igual ser el jefe de la fiesta; lo que les importa es comer los primeros del banquete, dejándonos las sobras al resto. Quieren mantener el sentimiento de las dos Españas, pues su negocio depende de ello.
No se están percatando de que están consiguiendo crear dos Españas de verdad. En un lado, la España rica y dominante, integrada por el que lo es de cuna, por el que lo gana con sus influencias y trabajo casi honradamente, y por el mangante que lo roba con descaro amparándose en sus privilegios políticos. En el otro lado estamos el resto; somos más, cada instante estamos más hartos y cada vez está más cercano el momento en el que, seamos de izquierdas o derechas, le demos una patada en el centro a esa ralea de ladrones que se escudan en la política para hacer de ella y con ella su negocio
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