jueves, 13 de diciembre de 2012

¡Es Navidad!


Ya queda menos. La Navidad está ahí, esperándonos impaciente para rociar nuestras vidas con magia e ilusión. Las familias se reúnen, los amigos comparten su felicidad y los niños, los verdaderos destinatarios del embrujo navideño, ríen y juegan, cantan villancicos y se convierten, amparados en sus deseos, en los protagonistas de la función. Son sentimientos en cascada que cubren con un manto dorado la realidad y los sueños…
Mi vecino ha colgado un Papá Noel del balcón. Lo ha colgado literalmente. Del cuello. Y previo al ahorcamiento le ha puesto una peluca negra y gafas, para que se parezca al presidente del gobierno. Dice que ya que entre él, el grinch Montoro, su mastín Beteta y el resto de duendes cabrones (lo dice él, no yo) le han arruinado su vida y la de los suyos, qué menos que mostrar el agradecimiento debido. Y, antes de que yo dijese mú, ha continuado con su letanía cargando contra el iluminado que antes ocupaba la Moncloa y su banda de forajidos, a los que responsabiliza también, por qué no, de su desgraciado estado vegetativo en el paro y de que sus hijos, inocentes paganinis del desaguisado político, se tengan que enterar con seis y ocho años de que Santa Klaus y los Reyes Magos son los padres. Y, dado que los padres no tiene un clavo, va a ser que estas fiestas las dos criaturas verán los juguetes en los catálogos del Corte Inglés, que lo primero es comer y ya casi ni se puede.
Después del soliloquio me ha entrado una depre del carajo. Yo ya puse el árbol y casi que estoy por prenderle fuego. Y en cuanto al belén, a San José le falta la cabeza, el niño no lo encuentro por ningún lado, que igual lo han secuestrado, a la virgen le caen unos lagrimones como sandías, Baltasar ha sido deportado, Gaspar se ha fumado todo el incienso y Melchor comparte celda con el ex de la CEOE. Con este panorama, me da a mí que ni buey, ni mula, ni pastores, ni nacimiento ni nada de nada…
Aún así, ¿sabéis lo que os digo? Que éstos, los de la casta, no me amargan a mí estas fechas. Que si no hay para tres, pues para dos. O para uno. Que me paso los atracones por el forro, que con estar con los míos, con los que quiero y con los que me quieren, tengo más que suficiente. Pero, eso sí, ésta me la guardo.
En consecuencia, a todos vosotros, a los que como yo estáis aguantando carros y carretas, a todos sin excepción, os conozca o no, os deseo felicidad, que os la merecéis. A los otros, a los que ya sabéis, ni el agua. Sólo decirles que les espero en la plaza, a cara descubierta y cielo abierto, porque me he marcado como objetivo para el año que viene luchar contra ellos hasta que no me quede aliento. Y es que soy un sentimental.

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