Hilando
el hilo de lo del listado de mangantes, idiotas, impresentables, imbéciles,
estafadores y/o mentirosos que me ha dado por elaborar, me toca elegir al
candidato de hoy. Reconozco que difícil ha estado la cosa, pues uno, a primera
hora, ya se había hecho la idea. Hay una que se lo merece a pulso. Pero he aquí
que, no sé bien en qué emisora de radio, he escuchado una noticia que me ha
sentado como una patada en las gónadas y me ha hecho cambiar de decisión. Lo
explico y a ver cómo se digiere esto sin vomitar.
Según
parece, el martes pasado un grupo de ociosos, miembros ilustres de un colectivo
llamado “El balconcillo”, ante la falta de faena y exhibiendo el cachondeo
típico del señorito de la casa cuando pasea por el Club de Campo, se
despacharon una cena con fiesta. Y dicha fiesta rematábase con la entrega de
unos premios simbólicos, luciendo para tal acto idénticos sentido del humor y fina
ironía que la tuna cantando la de los clavelitos en un entierro. Hasta aquí,
nada que objetar, que cada uno se divierte como le apetece, faltaría más.
El
problema, a mi entender, es que los componentes de ese grupo con nombre de
cortijo son parlamentarios del PP que se sitúan en los escaños de la parte alta
del hemiciclo, diputados que no se sabe bien quiénes son ni lo que pintan ahí.
Unos representantes del pueblo que, a falta de algo mejor en qué entretenerse, aportan
la comicidad necesaria a la Cámara Baja con unos galardones que reparten entre
sus colegas. Y el martes estos ocupadísimos próceres otorgaron el “Emilio
Castelar" (éste sí que era un político y no la banda ésta) a la brillante
y ejemplar parlamentaria Andrea Fabra por el agradecido y acertado "¡que
se jodan!" que dirigió a la ralea infame de parados que está hundiendo el
país. Qué risa, qué alboroto, otro perrito piloto.
Así que,
volviendo a lo de la lista y atendiendo a los conceptos de imbécil como aquél
que comete actos improcedentes y sin sentido, y de impresentable como aquél que
no es digno de ser presentado, elijo para hoy martes en la categoría de presuntos imbéciles impresentables a esos ilustres señores que se ríen sin pudor de los
que les pagamos el sueldo. Por cierto, dinero tirado a la basura porque, con la
cantidad de trabajo que hay que hacer y éstos ocupados en gilipolleces. Es lo
que hay.
Basta ya
por hoy. Mañana continuaré haciendo el idiota. Eso sí, saludos a los del
balconcillo. No sé qué sería de los españoles sin vosotros. Gracias, muchas
gracias…
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