Hoy, un buen amigo, un experto superviviente, me ha remitido un correo electrónico de esos que inundan los ordenadores y que expresan, de una manera muy clara, el profundo sentir de mucha gente. Él lo habrá recibido de algún amigo, y éste, a su vez, de otro, y este otro de otro más, y así hasta encontrar su génesis. Un mensaje en una cadena (de retrete), una forma de difundir ideas y sentimientos merecedora de atención. Literatura popular.
Yo, aprovechando que ya está escrito, lo voy a fusilar convenientemente y lo ofrezco para la lectura de quién quiera. Reza del siguiente modo:
“Hay autonomías en las que se está entregando, o se va a entregar, una factura informativa del coste que ha supuesto nuestra visita al médico, de la asistencia que recibamos en Urgencias, de la intervención quirúrgica que hemos sufrido o de cualquier gasto que ocasionemos por tener la desgracia de ponernos enfermos. Naturalmente, me estoy refiriendo a la sanidad pública.
Lo hacen, o lo van a hacer, con la sana intención de que tomemos conciencia de lo que cuesta atendernos, aunque seamos nosotros mismos, con nuestros impuestos y cotizaciones, los que pagamos la fiesta.
Propongo que:
Cada vez que el rey, el presidente del gobierno, el ministro de turno, el presidente de comunidad autónoma que corresponda, el diputado, el senador, el presidente de la diputación, el alcalde, etcétera, se suba a su coche oficial, se le entregue la factura.
Cuando visite centros de mayores o colegios, engalanados especialmente para su visita, que le entreguen la factura.
Cuando asista a la multitud de fiestas, recepciones, comilonas, que se organizan por cualquier cosa, que le entreguen la factura.
Cuando se suba en trenes o aviones para viajar en clase especial, que le entreguen la factura.
Todo ello, claro, con la única intención de que tomen conciencia de lo que nos cuesta a los ciudadanos mantener tantos cargos públicos.”
Bien. Poco disiento del contenido del texto. Únicamente, quizás, en el destinatario final de las facturas políticas. Preferiría que nos las diesen en mano a nosotros, que fueran publicitadas con la transparencia suficiente para que supiésemos, con más pelos que señales, quiénes, cómo y en qué se pulen tamaño dineral ajeno. Más que nada porque, si se las dan a ellos a buen seguro que en una trituradora de papel perecerían a la velocidad de la luz. El pirata ya conoce su botín. Lo que falta es que los galeotes, ya que remamos y remamos, también participemos de esa información. Y como de cornudos no nos vamos a librar, conocer cuánto nos cuesta la cama sería todo un detalle.
Muy buena reflexión, hace tiempo que me llegó ese email, el pueblo tiene mas sentido común que todos estos politicuchos, sin ellos, sin esas 17 Autonomías que nos están asfixiando, viviríamos mucho mejor.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Encarna. 17 autonosuyas.
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