El presidente catalán, Artur Mas, se ha empeñado en emular a Félix Baumgartner. A tal efecto se ha subido en un globo que, más allá de la estratosfera, le va a colocar en órbita, dejando los 39000 metros del austriaco como si de bajar a comprar el pan en el colmado de la esquina se tratase. Pero eso no le importa un comino al rey de Catalonia is not Spain. Todo con tal de salirse con la suya (un inciso, ¿cuál es la suya?).
Embarcado en la aventura independentista (¿ésta es la suya, el independentismo, estás tú seguro?) insiste en destruir Cataluña, ve negocio en ello. Como el desesperado que apuesta lo que no tiene a un resultado, sabedor de que va a perder hasta la etiqueta de los calzones. Se la juega, no tiene marcha atrás, no le queda remedio. Sus palabras han provocado el secuestro y han tomado como rehenes a los catalanes. Porque son distintos, más trabajadores, más productivos, más altos y más guapos (de nuevo, ¿ésta es la suya?).
Con esas, Arturo el aventurero, a la par que avispado iluminado, se entretiene como estadista y pone sobre la mesa armas que no le pertenecen para defender su interesado ego y dejar su sello en la Historia. Porque, ningún humano lo dude, el suicida pasará a la misma. Pero no como el que consiguió la independencia de Cataluña, no (y otra vez, ¿ésta es la suya?, huele a otra cosa…). Más bien como el que la sumió en la más inmisericorde ruina. Y ese es su globo mental, una nave que le eleva a lo más alto, sin oxígeno ni alforjas, desde donde se tirará en caída libre.
Y batir, batirá a buen seguro el record de velocidad, romperá la barrera del sentido común y se precipitará contra la realidad en picado. Y cuando le toque abrir el paracaídas, éste no responderá. Y cuando quiera abrir el de reserva, made in Spain, éste le dirá que se las apañe como pueda. Y así, a toda leche, se estrellará el hombre bala contra suelo catalán. Eso sí, una parte de la masa empobrecida le llorará y aclamará como mesías, mientras culpa al malvado español de la propia y voluntaria desgracia (por aquí puede estar la suya, ¿no?). La otra parte, también más trabajadora, más productiva, más alta y más guapa, maldecirá su existencia mientras naufraga en la chalupa independentista.
Y todo esto que yo te cuento, él lo sabe y lo maneja. Se ha metido en un callejón sin salida, del que salir renegando supondría su muerte política. Pero continuar contra tempestad y tormenta matará a los catalanes. En su locura (a lo mejor, ésta sí es la suya), el rey Arturo, cadáver institucional, sacrificará a su pueblo. Dios salve al rey. No me lo creo, no se puede ser tan tonto. O, quizás tan listo (ésta sí es la suya, tapar su vergüenza y mal hacer con sentimientos). Pintan mal las cosas para el rey de bastos. Y para el resto de la baraja, pues como que también.
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