Ver a Messi disfrazado con un traje pijo de
faralaes made in Dolce & Gabana mientras le daban su tetra-balón de oro es
una imagen para no archivar en la memoria de los que gustamos de eso que llaman
fútbol. Y eso va a ser tarea difícil ya que tocará discernir entre el genial
futbolista y la inesperada aparición de un macarra de club vip. Todo sin que
nadie se ofenda, que mentar al rey del balompié hiere más sensibilidades que la
matanza de focas. Pero a muchos lo visionado nos supone una ruptura absoluta de
esquemas, pues el argentino pasó de domador de pelotas a presentador hortera de
un programa nocturno de tele-casino. O lo que es peor, eligió protagonizar y
ensalzar una mala broma. Una gala de coña cuyo único objetivo es engrandecer a
vividores como Blatter y compañía, a la
par que reventar a canapés a un franco-ruso con un sobrepeso tal que convierte
a Obelix en anoréxico.
Y es que
a mi entender, que debo ser muy clásico en lo de vestir, el atuendo
lucido y la pajarita de carnaval estaría bien para cubrir a Johnny Deep en
algún estreno sobre alfombras rojas, para vestir al genial Tamariz y su
tatatachán, o, incluso, para que un dilatado Maradona paseara su papo por el
planeta. Pero para que el mejor jugador de la historia (va en gustos, y el
gusto es mío) lo luzca en ese trasnochado guateque, pues como que no. Aunque me
diréis que a mí qué me importa lo que se ponga o deje de poner, como si quiere
ir en cueros. Igual que aquel rey del cuento que caminaba desnudo entre sus
súbditos hasta que un niño le dijo que se tapara las vergüenzas, que iba
haciendo el ridículo. Y tenéis razón. Me trae sin cuidado. Juega como Dios, si
es que Dios juega al fútbol.
Lo que ocurre es que, en este país bipolar,
en el que hay que ser por narices del BarÇa o del Madrid, del PP o del PSOE, de
campo o de playa, de izquierdas o de derechas, de carne o de pescado, o de algo
o su antagonismo (que no es lo mismo), el hecho fehaciente de que a Messi lo
vistió un enemigo se utilizará para peleas, insultos, divorcios y homicidios
varios (Visualizarlo: Antonio, el niño dice que de marinero no hace la
comunión, que él va de lunares, así que
coge una chaqueta negra y el colador, que voy para allá con la lejía y lo
apañamos).
O, lo que me temo, se transformará en un
argumento para que los que mandan se inventen una nueva cortina de humo con la
que entretener a la plebe, que el efecto entrevista geriátrica Hermida-S.M. ya
se va disipando, y, aparte del viaje a Girona en el AVE María de Rajoy, Mas, el
Príncipe y unos cuantos de los que andan arruinando el país, algo hay que
ofrecer para que hablen y rían los vasallos del reino. Vaya por Dios.
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