domingo, 6 de enero de 2013

Cabalgata de reyes



Buena recolecta de caramelos. Enterrados estaban los niños por el derroche de dulces y regalos que manaban en cascada de las manos de las tropecientas y un mil carrozas engalanadas con sedas y oropeles que recorrieron el cinco, con rima y todo, las calles de tu ciudad. Cabalgatas para infantes que llenaron hasta los bordes las bolsas de plástico de a dos céntimos, hasta sacos de comunidad vi yo arrastrar plenos de golosinas. Un despiporre, primo. Ya te digo.
Para llorar. Pero por la pena y la vergüenza. Para saraos navideños y juergas políticas privadas pagadas con dinero público sí que ha habido, incluso ha sobrado. Pero para cuatro caramelos de matacagar y cuatro carros con lucecitas de colores, va a ser que no. El que quiera caries, que se las pague, pensarán los pensantes que han arruinado los  ayuntamientos. Yo, como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación. Y esa explicación os la voy a dar. Con cortar el tráfico, las collas de costumbre dando saltos y tres ilusionados colgados que se animen a participar del evento, estoy más que cumplido. Y si es fiesta lo que pedís para vuestros críos, no os preocupéis que algo me inventaré para que sufraguéis las de los míos. O algo así.
Yo no sé cómo habrá sido la cabalgata de reyes de la localidad en la que sobrevivís. Os puedo contar la de Alicante, la ciudad de la luz, una sí, una no, que hay que ahorrar. Porque, salvando la carroza de la Dipu y poco más, no recuerdo algo tan cutre y lamentable desde el “Toa, toa, ten nesesito toa” del Jesulín de Ubrique. Para esto es preferible suspender, porque ir por ir, mejor no se va. La gente lo comprendería con mayor facilidad que el esperpento ofrecido. Incluso, si se hubiese conocido con antelación, los niños habrían traído sus caramelos de casa y se los habrían tirado ellos a los reyes. Por lo menos, echarse unas risas, ¿no? 
Igual los organizadores del evento deben creer que el fraude se podría camuflar con una entrevista de dos horas, yo qué sé, con los pajes reales, vía you tube. Y si éstos no desean ceder gratis su imagen, los pijos reales (Undargarín, tú ya no, malandrín, que te han exiliado...) sí que están dispuestos a lucir sus galas, que había que verles la víspera, tan guapos y guapas, trenecito y todo. Que el dinero está para enseñarlo, aunque venga de Peñafort.  Qué bonito.
Ahora que los del “Cuéntame” se acercan a nuestros días, vamos nosotros y retrocedemos a los cincuenta, tanto tienes, tanto vales y que se note. A puertas, en el retroceso, de los cuarenta, por lo del hambre. Y llamando a los treinta, por lo de matarnos entre nosotros. Bendita casta política, que tan bien nos trata. La madre que los trajo… 

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