Era de esperar. Y para
algunos, de desear. Porque, a ver, cómo se come que en una casa exista uno que
mete el dinero a capazos mientras la otra parte no se entera. Y más difícil
digerir que en este mete-saca de billetes continuo no se le ocurra a la
supuestamente indolente preguntarle a su churri de dónde salen los cuartos con
los que se paga la hipoteca de la chabola. Que no hay nadie tan tonto. Así que,
por mucha sangre azul que riegue su cuerpo, la ex intocable algo debería saber
y algo también empujar para que la cifra fuera respetable. El apellido es el
apellido, y arrastrar, arrastra un huevo y parte importante del otro.
Pero seamos justos. No
condenemos a toda una Infanta por ceder el no sabe usted quién soy a su marido
para que éste trapichee a destajo. Porque esto es lo dice el juez Castro. Lo que
sí hay que reprocharle, lo que la convierte en imputada real es el aproveche
desmadrado del nombre, es el conocer, permitir y quién sabe si fomentar el
mangoneo (la justicia, ésa que puede que sea igual para todos, lo dictaminará).
Y lo dice un juez que se está jugando los piños en el envite. Una osadía que
igual se queda en nada, que los cimientos de esta España de coña se han
removido y van a cargar con cosacos, fiscales, medios afines, el sursuncorda y
un tratado de historia de treinta tomos.
Porque aquí, donde vosotros
y yo vivimos, hasta el palanganero de la duquesa de Alba está dispuesto a
alistarse a una cruzada y capar al rubio balonmanista, el único culpable de la
infamia. Y si no, ya lo veréis. Que lo de doña Cristina tiene muchas papeletas para no pasar de ser un susto de
nada, una pequeña rotura fibrilar que se recupera en una semana. El miércoles
que viene juega seguro contra los franceses…¿O ése era Messi?...Ya me he liado…Me
patinan las neuronas. Ruego me disculpéis. Es que acabo de leer lo de Griñán y
su actuación parlamentaria y se me ha bloqueado el cerebro. Sólo ha dicho una
verdad el puñetero. Que en Andalucía se lo han llevado unos desaprensivos que malversaron dinero de forma
ilegal para beneficio propio. Ahí has dado. Lo que toca es entrullar a
esos chorizos. Sean quienes sean, ¿no?
Bueno. Me vuelvo a lo mío.
El Estado se ha convertido en un estadillo de cuentas, cuentos, cuentistas y
cuenteros. Y, para recuperarse, necesita que, le pese a quien le pese, el que
la haya hecho, que la pague. Se llame como se llame. Ergo, hermanos, abrid bien los
ojos y lavaros las orejas que la cosa está como para perdérsela. Fiesta.
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