Dice el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas que la reforma en la Administración no debe dar miedo a nadie y que ningún funcionario tiene nada que temer. Cristóbal Montoro afirma que la administración pública no es una oficina de contratación y que hay que cambiar el concepto equivocado de quien saca una oposición ya lo tiene todo hecho y un empleo seguro, señalando que el que trabaja en un servicio público se lo tiene que ganar como todos los españoles e incluso de forma más exigente. Y termina apostillando que los ayuntamientos no están para contratar a gente, sino para contratar a gente que sirva a los ciudadanos. Bien, ante este suculento menú de delicias turcas, sólo un par de cosillas, si acaso tres.
De la entrada señalar que alrededor del 40 % de los funcionarios no tiene plaza en propiedad y que todos acceden a través de una oposición, basada en los principios de mérito, capacidad e igualdad, a la que cualquier ciudadano se puede presentar. Cosa que no ocurre con aquellos cargos, asesores y demás fauna que no necesitan aprobar nada, ni tan siquiera tener la preparación adecuada. Basta con que el de turno les nombre para pasar a cobrar unos sueldos insultantes y ofensivos. Estos son los consentidos que están devorando los recursos públicos, una auténtica marabunta que arrasa las administraciones. Una especie parásita de la que el señor ministro no dice nada. Son los funcionarios los que se pulen la pasta, a pesar de haber perdido un 35% de poder adquisitivo los últimos quince años. Los puestos a dedo, no, ¿verdad?
Ahora, sobre el plato principal. De nuevo un responsable político ejerce de Nerón y arroja a los funcionarios a la arena del circo como aperitivo de los leones. Otra vez la casta política, estructurada en los principios de clientelismo, derroche y amiguismo, entrega carne fresca en sacrificio. Los trabajadores deben pagar las consecuencias de la ineptitud y la corrupción. Aquellos que consiguen que los fundamentales servicios públicos funcionen deben ser ejecutados, descuartizados y expuestos sus restos al público. Aquellos que velan por una Administración, independiente y neutra, que se ajuste a la Ley son los que han provocado la miseria. Sin embargo los implantados por el dedo político y sus garantes, no. Los que actúan en beneficio propio y ocupan las administraciones hasta endeudarlas hasta el infinito y más allá, no. Los que con cuatro años les basta para no dejar ni los pomos de las puertas, no. Los funcionarios, éstos son los adoradores de Satanás.
Para terminar, el postre, lo de contratar gente que sirva al ciudadano. Casi me da un pasmo. Suena a cachondeo. A ver. Señor Montoro, ¿podría explicar a quién sirven todos los miembros de esa caterva de adheridos al poder? O, mejor, ¿podría explicar para qué sirven? O, incluso, ya que estamos, ¿podría aclararnos a los iletrados por qué se contrata a esta gente para desempeños propios de los funcionarios? Estos casos no se consideran duplicidad, ¿no?... Mire, señor ministro. Se ha columpiado usted soberanamente y, créaselo, los trabajadores públicos están ya más que hartos de soportar tanta tontería. Por este camino que ha elegido se va a tropezar con roca, no lo dude.
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