Floriano, Floriano, que te equivocas, que España es, supuestamente, un estado democrático y de derecho, y no el jardín de tu casa. Quiero pensar que has tenido un desliz, que has hablado sin meditar tus palabras (cosa bastante habitual en ti y en tu entorno, mira tú el diferido de Cospedal). Pero verás, te cuento, que parece que hay que aclararte algún concepto. El número tres del partido político que gobierna, siempre que la Merkel lo autorice, no puede permitirse el lujazo de decir que el derecho a la información debe tener sus límites. Expresarse en estos términos sólo puede significar tener el cerebro en usufructo, ser un inconsciente de marca mayor o, ni más ni menos, una plena exhibición de unas aviesas intenciones que, no me negarás, desprenden un tufillo fascista que acojona.
Permíteme que te diga, no me mandes a galeras por escribir lo que siento. No saques a pasear el uniforme de la Gestapo, que no quiero acabar en las mazmorras del castillo. Con cariño, Floriano, hijo mío. ¿Eres consciente de la barbaridad que has vomitado? ¿Quieres imponer la censura? ¿Quieres impedir que los españoles que te pagan el sueldo conozcan lo que hacéis y deshacéis? ¿Quieres establecer un estado policial y restrictivo? ¿Quieres controlar la comunicación y anular la libertad de expresión? ¿Quieres, en definitiva, pasarte por el forro la legalidad y así actuar a tus anchas sin que nadie te pueda parar los pies?
Floriano. No es que te hayas columpiado. Es que te has caído del columpio y te has roto los piños. Y si, como huele, has dejado tamaña y peligrosa perla porque se está escarbando en la caja negra de tu partido, decirte lo mismo que le dicen a mi mujer y cinco millones y pico más cuando van a buscar trabajo. Ajo y agua.
Pero tú, Floriano, ¡oh Floriano! No debes dudar. La verdad te hará libre. Y si ésta te deja en la rúe, no has de preocuparte, eres uno de los elegidos. Pase lo que pase, cuando abandones la poltrona, si no te colocan en Telefónica, en Corea del Norte hay un sitio para ti, a la derecha del dictador. Eso sí, siempre que no llegases a Pionyang medio embarazado, que por allí no estaría bien visto, ya sabes como son.
Madre mía, qué burrada.
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