domingo, 20 de noviembre de 2011

Cobarde hasta el final.

El batacazo del PSOE se refleja en la aparición de Rubalcaba tras confirmar los datos que el suelo de Almunia estaba en un primer piso y que a él le han instalado en el sótano los españoles. Son casi 5 millones de votos menos los recogidos con respecto al 2008. Y ahí estaba solo, más solo que la una el candidato socialista, únicamente acompañado en un segundo plano por Elena Valenciano. Nadie más dando la cara para enfrentar la debacle. ¿Quién tendría que haber estado a su lado? Pues el que nunca ha aparecido cuándo y dónde tenía la obligación de aparecer.
José Luis Rodríguez Zapatero. No salió el interplanetario para asumir su responsabilidad. Ni para eso sirve el megalómano y soberbio ex presidente. Se puede pensar que la guerra no iba con él, ya que Rubalcaba se lo había sacudido de la ropa como la peste que es. Entonces, ¿para qué hablar? Se puede pensar que los problemas que ahora se generan dentro de su partido se dirimirán en otros foros, que no era momento como secretario general del PSOE de asumir su parte de este desplome histórico. Entonces, ¿para qué hablar? Se puede pensar que Zapatero esta noche se ha cobrado la venganza de lo que Rubalcaba ha hecho con él desde abril, marginación electoral incluida. Que se coma el marrón Alfredo ya que le dio la patada. Entonces, ¿para qué hablar? Hasta aquí puede tener un pase la actitud del okupa de la Moncloa.
Pero no asomar su cara y felicitar públicamente al nuevo presidente del Gobierno es la última muestra, por el momento, de su cobarde comportamiento, de esa forma de proceder tan torpe, lerda y absurda, que ha colaborado en gran medida en arrastrar al país a la situación actual. El peor presidente de la historia de España es, además y también, tal y como ha demostrado en la noche del 20 N, el más cobarde. Nadie le echará de menos, pues nadie necesita que un demente, pusilánime y egocéntrico político de cuatro reales lleve las riendas de su vida.
Se pira el señor Rodríguez no sin dejar bien colocados a los suyos, a los Blanco, Pajín y demás santa compaña. Gente que por sus méritos y preparación no habrían alcanzado jamás, en ninguna organización basada en el sentido común, el poder que han tenido y que aún tienen. Gente que con el tiempo ya se encargarán los de su partido de ponerles en la calle. El se va y nosotros nos hemos extirpado un tumor maligno, que nadie lo dude. Lo que lamento es tener que pagarle una pensión vitalicia a un sujeto que ha cubierto con miseria gran parte de lo que me rodea. Cada céntimo me lo arrancan del alma.

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