lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Tráfico de influencias? ¿Lo qué?

Bueno. Resulta que la granizada que le está cayendo encima al paladín de la honradez José Blanco no está formada sólo por las acusaciones de un “delincuente” confeso, Jorge Dorribo. El ministro de Fomento participa en una serie de llamadas y mensajes que reflejan un sospechoso comportamiento por su parte, cumpliendo la literalidad de aquello de quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Sobre todo si el amigo en cuestión es de los que manejan el cotarro y meneando unos cables por ahí y por allá puede obtener unos pingues resultados con los que fortalecer fraternales relaciones. Total, agilizar unos trámites de nada, enviar a un colega a que influya lo que pueda y reunirse en una gasolinera con un chorizo (aquí Dorribo habla de una suculenta mordida), forman parte de la agenda habitual de cualquier ministro que se precie. ¿Cohecho y tráfico de influencias? ¡Anda ya! Son asuntos particulares que nada tienen que ver con esas irregularidades. Además, lo que dice el artículo 428 de código penal no es aplicable en este caso, un poco de por favor, que Jesucristo era un robaperas en comparación con el santo Pepiño.

Y todo el lío porque la juez de Lugo Estela San José ha remitido al Supremo las declaraciones del empresario Jorge Dorribo en las que acusa al ministro Blanco de llevarse 290.000 euros por hacer gestiones a favor de su grupo de empresas. Acusaciones que de por sí no tendrían más valor que la palabra de un presunto contra la de un "intachable y modélico" rector público si la malvada juez no hubiera añadido las transcripciones de llamadas telefónicas y SMS interceptados a los implicados en la operación Campeón cuando esta banda no sabía que estaba siendo investigada. Resumiendo, que al carro que transporta el lamentable suceso de la gasolinera se han subido maniobras orquestales en Cataluña. Malo, malo. Huele que apesta.

Eso sí. Por ahora, sólo se trata de un fétido aroma. Hasta que se demuestre lo contrario, Blanco es inocente, como todo el mundo, faltaría más. Por muchas grabaciones del estilo “en 15 días está resuelto lo de Cataluña y el otro tema de Coruña también se resuelve" o por mucho que la fiscalía aprecie sobrados indicios de cohecho y tráfico de influencias. Si uno está limpio y entalcado cual culo de bebe recién salido del baño para qué dimitir, si todo es más falso que un duro de seis pesetas, ¿verdad? Ahí, aforado, es como mejor defensa existe ante esta conspiración judeo-masónica, preparada para sorna y disfrute de la derechona, que el momento en el que aparecen las sombras no es el más adecuado. Eso no se hace, hombre, se han perdido los respetos debidos y las formas. Cada tema a su tiempo, que en plena campaña, cuando más hay que dar la cara, un tartazo de este calibre es una canallada. La próxima vez, se avisa antes y se pospone para después, que no es plan andar desmintiendo cuando lo que se tercia es, mitin tras mitin, arengar a las tropas y vender blancura, y no este cenagal. Aunque, si me apuras, aduciendo razones de agenda (vamos, ver un partido de fútbol, según Felipe González), cualquiera se esconde bajo el ala y no suelta ni pío.

Así que, ya saben. El PSOE se encargará de que los que puedan con sus votos aforen al ministro Blanco, azote de los imputados, que si no se va a empachar con el mismo jarabe que repartía. Y es que en este nuestro país, no todos somos iguales. Algunos tienen bula.

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