jueves, 17 de noviembre de 2011

Y no vuelvas.

A ver si alguien me lo puede decir, qué no hay manera de averiguarlo. Y eso que llevo tiempo demandándolo, casi suplicándolo. Necesito saber qué medicación toma nuestro líder interplanetario. En concreto, cuáles son esas pastillitas de colores que traga a docenas, o qué brote verde consume el hombre. Y digo que lo necesito porque, en este momento, las diez y media de la noche del jueves noche 17 de noviembre de este puñetero año, me vendría de vicio un pelotazo de ese mágico bálsamo de Fierabrás para ver la vida de un color distinto al negro, que con un gris marengo me conformo. Esa pócima en botella, los comprimidos o la hierba liada que le permite abrir de par en par esos ojitos de ciervo asesino que Dios le ha dado y obsequiar al respetable una monodosis desmedida de ese mixto de soberbia y torpeza que le acompañará, supongo, hasta el horno crematorio.
Mientras la prima nos funde a leches y nos tumba en el suelo, mientras Salgado estira el cuello y tranquiliza lo mismo que bañarse con un cocodrilo, mientras un buen cacho de España piensa que, aunque sea más triste robar que pedir, le va a tocar juntarse con el vecino, cascarse unos pantis en las respectivas cabezas y atracar por parejas una entidad bancaria con tal de meter comida en casa (cualquiera menos la CAM, que ahí peligran hasta los profesionales del hurto), el ilustre José Luis desenvaina su enmohecida espada, infla su pecho tuberculoso y, Santiago y cierra España, “ande” vais Consejo Europeo y Banco Central Europeo, que tropezáis con hidalgos españoles dispuestos a defender honra y patria ante los desmanes. Ay torito, mi torito bravo.
Orgullo nacional. Igual que el típico vacileta que presume de hombría y reta a distancia mientras corre acojonado huyendo del que es más valiente que él y ya le ha crujido las costillas. A buenas horas plantas cara, Rodríguez. Cuando ya, entre lo que has regalado y lo que nos han limpiado gracias a ti, queda lo justo en la caja para pagarte, gustosos, un billete sólo de ida que te lleve a un destino sin retorno.
Y es que, Rodríguez, y perdón por el tuteo, que yo aguanto tu puteo, antes, cuando podías y tenías para protegernos no lo hiciste. Y ahora, a minuto y medio de que te perdamos de vista hablas de la soberanía que tú nos has arrebatado, de que aquí mande Europa y no esos dos o tres gobiernos que nos están salvando el culo. Te muestras enérgico, firme el ademán y prietas las nalgas, que cualquiera te confundiría con Felipe II. Temblando están, Rodríguez. Temblando. Pero no de miedo, sino por la pérdida de sales al deshidratarse de tanto mearse de la risa.
Y es que es menino el colocón. España resiste y resistirá. Tu cara me suena. Maquillaje, peluca, y a arrancarse por Gloria Gaynor con un I will survive castizo y molón. Tienes delito, Rodríguez. Nos vas a dejar en ridículo hasta el último minuto. Me imagino a la astuta Merkel, máscara de hockey y humeante motosierra en mano, acercándose al coche que intentas arrancar y golpeando con suavidad el cristal a la vez que te pregunta, la muy puñetera, “¿dónde vas, criaturica, con ese trasto?” Me lo imagino y me echo a llorar de pena. No es “pa” menos.

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