Desde hace algunos días circula por la red una conversación que supuestamente se produjo en Francia hace cuatro siglos durante el reinado de Luis XIV, el Rey Sol. En ella, Jules Mazarin, más conocido como el cardenal Mazarino, a la sazón Primer Ministro tras la muerte del cardenal Richelieu, departe con Jean Baptiste Colbert, su hombre de confianza, secretario personal, máximo responsable de las fianzas del país vecino y a la postre sucesor. Hablan sobre la forma de recaudar dinero para una Francia arruinada por las guerras y por una pésima y/o corrupta gestión de los recursos, malversaciones incluidas. Ya metido en harina y con el fin de adornar el artículo, conviene señalar en este punto que el mismo Colbert elaboró una memoria en la que acusaba al todopoderoso superintendente de finanzas Nicolás Fouquet de llevárselo calentito, afirmando que menos de la mitad de los impuestos recaudados alcanzaban su destino. Es decir, vamos, que por el camino muchas manos golosas y acomodadas se agenciaban de lo que podían. ¿Cómo acabó el pájaro? En una jaula de la fortaleza de Pignerol. Dicen los que se dedican a esto que fue el famoso D´Artagnan quién se encargó de capturar al chorizo y entregarlo a la justicia. El tal Fouquet, vizconde de aquí y allá, marqués de acullá y los títulos que le quieras poner, dejó de respirar de forma misteriosa en la prisión donde le encerraron. Algunos historiadores convergen en asegurar que, ante el temor a lo que sabía y pudiera contar, lo envenenaron convenientemente. Vaya usted a saber.
Ahora es cuando tú te preguntas qué carajo te importa lo que estoy escribiendo. Y tienes razón. No es más que una charla entre los dos hombres fuertes de una monarquía absolutista y represiva que buscaba dinero desesperadamente y el ¿merecido? final de un tipejo que hace trescientos cincuenta años robaba lo que se le antojaba, enriqueciéndose mientras sus administrados se morían de hambre. Insisto. Tienes razón.
Ahora bien, yo te cuento la supuesta conversación y después me dices.
“Colbert: Para conseguir dinero, hay un momento en que, engañar [al contribuyente] ya no es posible. Me gustaría que me explicara cómo es posible continuar gastando cuando ya se está endeudado hasta al cuello...
Mazarino: Si se es un simple mortal, claro está, cuando se está cubierto de deudas, se va a parar a la prisión. Pero el Estado...!cuando se habla del Estado, eso ya es distinto! No se puede mandar el Estado a prisión... Por tanto, el Estado puede continuar endeudándose. ¡Todos los Estados lo hacen!
Colbert: ¿Ah sí? ¿Usted piensa eso? Con todo, precisamos de dinero. Y, ¿cómo hemos de obtenerlo si ya creamos todos los impuestos imaginables?
Mazarino: Se crean otros.
Colbert: Pero ya no podemos lanzar más impuestos sobre los pobres.
Mazarino: Es cierto, eso ya no es posible.
Colbert: Entonces, ¿sobre los ricos?
Mazarino: Sobre los ricos tampoco. Ellos no gastarían más y un rico que no gasta, no deja vivir a centenares de pobres. Un rico que gasta, sí.
Colbert: Entonces, ¿cómo hemos de hacer?
Mazarino: Colbert, tú piensas como un queso de Gruyere o como el orinal de un enfermo.¡Hay una cantidad enorme de gente entre los ricos y los pobres! Son todos aquellos que trabajan soñando en llegar algún día a enriquecerse y temiendo llegar a pobres. Es a esos a los que debemos gravar con más impuestos..., cada vez más..., ¡siempre más! A esos, cuanto más les quitemos, más trabajarán para compensar lo que les quitamos.¡ Son una reserva inagotable!”
Hasta aquí el diálogo que circula por internet y hasta aquí la tribuna. Juro que he intentado contrastar la veracidad del mismo y juro que no lo he logrado. Si alguien sabe de dónde ha salido me lo podría decir. Sólo para saciar mi curiosidad. Porque, tal y como hemos convenido antes, tú tienes razón. Esta es una historia que nada tiene que ver contigo y conmigo, ¿verdad?...Pero nada de nada. Por estos lares y en estos tiempos en los que sobrevivimos, pocos mosqueteros hay que enchironen a los mangantes, pocas cárceles que se nutran de visitantes ilustres y poco veneno con el que limpiarse al depravado. Aunque me tienes que reconocer que de Fouquets, Colberts y Mazarinos andamos quizás demasiado sobrados. Sobre todo de Fouquets
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