Vamos, que es rápida la cosa.
Torrevieja, Alicante, y los móviles. Sus concejales, tres de ellos, desconocen
cómo funciona eso de los teléfonos y, por lo visto, se les disparan solos,
adquieren vida propia y, además, son diablos golfos, muy golfos. Libidinosos iPhones
poseídos por el maligno que se entretienen en llamar por su cuenta y riesgo,
sin intervención humana, a servicios de contactos y prostitución (49 llamadas
accidentales, fíjate tú), en descargarse juegos y fútbol o en parlamentar largo
y tendido con las novias de sus supuestos y confiados propietarios. Un caso para Iker Jiménez, un misterio a añadir al de
las caras de Belmez, las líneas de Nazca y el triángulo de las Bermudas.
Según cuentan fuentes oficiales del
Ayuntamiento, uno de los teléfonos ha pillado un gonorrea del carajo, el otro
se ha enganchado al Tetris y el último le ha levantado la novia a un concejal
aplicando simpatía cibernética y labia por un tubo catódico. Un desastre que
mantiene a la corporación municipal en vilo, no sólo preocupada por el desembolso
a efectuar en penicilina, psicólogos y abogados matrimonialistas, sino alarmada
por el más que posible contagio a todos los móviles del ayuntamiento. Es por
ello que reclaman vía urgente al Vaticano un exorcista cualificado para trabajar a tiempo
parcial al servicio de la villa salinera.
Esto que de por sí es una coña es
lo que se deduce de las explicaciones oficiales por el desmadre en las facturas de los teléfonos de los electos concejales de Torrevieja . Porque como no sea así la
cosa, es que están llamando gilipollas a todos y cada uno de los habitantes de la localidad alicantina. Y si no, que me lo expliquen. Si es que pueden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario