Desde el PSOE, el PP y el resto de la banda
se extrañan de que cada vez que uno de los suyos se enfrenta con alguien que no
es de idéntica cuerda, sea cual sea el motivo del encuentro, reunión, rueda de
prensa, charla en una cafetería o tropiezo casual en la cola del súper, todo acabe
convergiendo en una pregunta: ¿Cuánto ganas tú, político? Y no sólo se
sorprenden sino que, en ejercicio de su abominable hipocresía, les alarma que
los españoles les exijamos respuestas concretas. ¿Pero qué se esperan que
hagamos? ¿Qué sigamos pastando? Mucha jeta destilan, ¿no?
Desde
el PSOE, el PP y el resto de la banda no entienden que estemos hasta donde se
fabrica la testosterona de aguantar sus embustes, de soportar la presión de una
crisis fabricada por ellos, de costear su inutilidad, de sufragarles una vida
de esplendor y privilegios. No comprenden que estemos abriendo los ojos y
empezando a no tolerar el abuso y la violación constante de nuestros derechos,
que nos hayamos dado cuenta de que el principal problema son ellos, esa casta
perversa de brahmanes torpes y/o golfos
que nos han arruinado.
Desde el PSOE, el PP y el resto de la banda
se extrañan, se sorprenden, les alarma, no entienden, no comprenden. Todo porque piensan que los parias somos
gilipollas, unos tontos de la baba fáciles de domeñar, una masa inculta y
aborregada a la que engañar y fustigar. Este es el convencimiento de esa banda
filibustera que no conoce, y le importa un carajo el no conocerlo, el
significado de términos tan vitales para el funcionamiento de una sociedad democrática
como son la verdad, la transparencia (la de verdad, no el timo que ahora
venden), la honradez, la responsabilidad, la igualdad, la justicia y la
libertad. Ahora, a expresarse de esta manera, le llaman populismo, demagogia de
bar. Cuando ellos excretan sus falacias, es alta política, gestión pública e
interés común. Pues que les den morcillas. Voy a ser populista porque me
apetece, y al que no le guste, ajo y agua.
Yo no sé a ti, pero yo no acepto más
cucharadas de esta basura. Así que, si lees esto, pues claro que quiero saber
lo que ganas tú, político del demonio, faltaría más. ¿Y sabes por qué? Porque
te lo pago yo, que por desgracia eres mi empleado. Porque tu sueldo es una
aberración que tú mismo te pones y que quiero suprimir cuanto antes. Porque te
lo estás llevando de aquella manera que suponíamos y suponemos. Porque no te lo
mereces, que no vas a tu puesto ni se te espera. Y cuando vas, la lías. Porque
en este juego de sacrificios tienes que participar tú también, que no eres
Dios. Porque te tengo que cortar las alas, pajarraco. Porque tienes que dar
ejemplo, que para eso te hemos votado. Porque tienes que ser el modelo a
seguir, y no el espabilado y aprovechado que eres. Porque hasta que no te
sacudas la corrupción de encima, apestas, hiedes. Porque me da la gana. Y
porque, volviendo a lo de antes, no soy tan gilipollas como tú te crees. Así
que, ya tardas en decirme cuánto me cuestas, que yo valoraré si te mantengo, te
aplico un ERE o te pongo de patitas en la calle. Y date prisa, que se te acaba
el plazo.
Como fin de la tribuna, aclarar a los míos
que soy muy consciente de que cometo el pecado de generalizar, la carne es
débil, ya sabéis. Tenéis razón, seguro que no todos son iguales, que entre
tantos que son alguno habrá bueno. Pues nada, lo arreglo rapidito. Aquellos que
no pertenezcan a este asqueroso grupo que no se den por aludidos, y ya está.
Mira tú que sencilla es la penitencia. Lo dicho. Saludos, paganos.
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