domingo, 28 de marzo de 2010

Justicia con j mayúscula

La Justicia debería ser como la muerte, alcanzar a todos, al rico y poderoso igual que al pobre. Nadie tendría que escaparse de cumplir con ella, fuese cual fuese su condición y situación. Y nadie alarmarse y enojarse por que la Justicia actuara allá donde se creyera útil y competente.
Hay que respetar su acción. El que no tiene nada que temer, el que no oculta ni esconde, que no sienta miedo. La Justicia será honrada con él. Ahora bien, el tramposo, el embustero, aquél que haya traicionado al sistema democrático, de rodillas tendrá que recibir el castigo que merezca.
Se habla de Garzón, como si él estuviera exento de cumplir con la obligación común de respetar las leyes. Si el juez está tranquilo es porque considera que su proceder ha sido el correcto; no hay entonces el por qué rasgarse las vestiduras si se admite a trámite una denuncia de Falange o de quién sea. Si todo está bien, nada hay que temer. La Justicia pondrá a cada uno en su sitio.
Caso distinto parece el de Matas y su milagro económico. Este hombre debería estar al mando de las finanzas europeas. Convierte un euro en dos, y dos en cuatro con una facilidad asombrosa. Aquí la Justicia tiene trabajo. Deberá quitarse la venda de los ojos y taparse la nariz, pues la cosa apesta. Y quizás le hiciese falta una guillotina para cortar algunas cabezas.
Tanto en un caso como en el otro no debemos dudar de su efectividad. Si lo hacemos, estamos poniendo en peligro la existencia misma del sistema. Y este no está para muchos trotes. Anda algo enfermo últimamente. Son muchos los virus y muy pocos las medicinas.

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