lunes, 27 de agosto de 2012

Guillermo Collarte las pasa canutas


Guillermo Collarte,  diputado del PP y concejal del ayuntamiento de Ourense, las pasa canutas a pesar de cobrar 5.100 euros al mes. Pobrecito, que no le llega para el Rolex. Dándose cuenta de lo grosero de la declaración, el mártir pide disculpas a todas las personas que se hayan podido sentir ofendidas por sus declaraciones. Pobrecito, que no le alcanza para gambas. Lamenta el injustamente vilipendiado prócer que le crujan vivo por decir la verdad. Pobrecito, no tiene para el crucero. Denuncia que ha recibido excesivas críticas por decir una frase en tono coloquial. Pobrecito, que no puede pagar los 2800 euros de la hipoteca de sus dos pisos de Madrid. Afirma no merecer la leña que le han dado. Pobrecito, de sol a sol entregado a la patria para recibir el desprecio a cambio. Se siente mal el santo varón por ser objeto de un linchamiento absoluto. Pobrecito el paradigmático parlamentario, que tiene que pluriemplearse y cobrar cuatro duros públicos para subsistir en este mar de lágrimas…
Esto es aberrante. Mirad, mejor no sigo, que me ingresan. Collarte, espécimen desconocido hasta este desliz oral, sirve para definir qué es y cómo es la casta política del país, sea del partido que sea, que lo mismo da. Les importa a todos una zurrapa lo que no sea cobrar de la teta pública. Y, qué queréis que os diga, yo no puedo aceptar sus disculpas si no las acompaña desde ya con su renuncia a todos los cargos que ostenta y pasea, y a los beneficios que pueda obtener de ellos. Es un sobrante más del sistema, un personaje que, inconscientemente, ha mostrado lo que sienten y piensan los que, como él, han venido a este mundo a ejercer de parásitos de la sociedad, inútiles mantenidos, lacras caras de una democracia que se hace sus aguas mayores y menores encima de sus gobernados.
En política, y más aún hoy en día, hay que serlo y parecerlo, guardar las formas, medir las palabras y actuar con honradez. Y éste palanganero (se lo dice él mismo, no es cosa mía) ha abierto el diccionario, se ha ofrecido como ejemplo para que los españoles veamos de qué madera están hechos los que nos representan. De Collarte, como de muchos, no constan iniciativas en el Congreso, ir por ir, si hay que ir, se va. Sólo ha intervenido una vez en el Parlamento en lo que llevamos de legislatura (igual para preguntar la hora o cuándo se paraba a almorzar). Se reconoce, también como muchos, un bien mandado que está en el Congreso únicamente para levantar la mano y votar lo que dice su partido. Ésta sí, ésta no, esta me la ordenan, me la voto yo. Acepta el caballero gustoso ser un borreguito disciplinado siempre que no falten los euros. Admite sin tapujos que él y los suyos carecen de margen de maniobra, que su cometido es obedecer y obedecer, sin molestar.
Entonces, sin que se ofenda, pobrecito don Guillermo, permítame reflexiones y sugerencias. Vuélvase usted a la privada, hombre, que para lo que hace no le necesitamos, sobra como sobra la última copa en un coma etílico. Alguien que se burla, vale que sin querer, de la puerca miseria que nos invade, debe desaparecer sin demora de allá donde le hayan bien colocado para que bien acate las comandas de los jefes. No estoy dispuesto, y considero que es mi derecho, a que ni un céntimo de mi dinero se destine para sufragar los costes de su vida, amigo diputado. Me niego, ya no por principios. Me niego por cojones (sin perdón). Y si se ofende, ajo y agua. Más me molesta usted, que me cuesta lo mío. Y en esta corriente revanchista en la que he decidido sumergirme, me sentiré satisfecho cuando las pase usted no canutas, si no putas de verdad. Saluditos, hombre de dios, y que tenga buen viaje a ninguna parte.

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