Guillermo Collarte, diputado del PP y concejal del ayuntamiento de
Ourense, las pasa canutas a pesar de cobrar 5.100 euros al mes. Pobrecito, que no
le llega para el Rolex. Dándose cuenta de lo grosero de la declaración, el
mártir pide disculpas a todas las personas que se hayan podido sentir ofendidas
por sus declaraciones. Pobrecito, que no le alcanza para gambas. Lamenta el
injustamente vilipendiado prócer que le crujan vivo por decir la verdad.
Pobrecito, no tiene para el crucero. Denuncia que ha recibido excesivas críticas
por decir una frase en tono coloquial. Pobrecito, que no puede pagar los 2800 euros
de la hipoteca de sus dos pisos de Madrid. Afirma no merecer la leña que le han
dado. Pobrecito, de sol a sol entregado a la patria para recibir el desprecio a
cambio. Se siente mal el santo varón por ser objeto de un linchamiento
absoluto. Pobrecito el paradigmático parlamentario, que tiene que
pluriemplearse y cobrar cuatro duros públicos para subsistir en este mar de
lágrimas…
Esto es aberrante. Mirad, mejor
no sigo, que me ingresan. Collarte, espécimen desconocido hasta este desliz
oral, sirve para definir qué es y cómo es la casta política del país, sea del
partido que sea, que lo mismo da. Les importa a todos una zurrapa lo que no sea
cobrar de la teta pública. Y, qué queréis que os diga, yo no puedo aceptar sus
disculpas si no las acompaña desde ya con su renuncia a todos los cargos que
ostenta y pasea, y a los beneficios que pueda obtener de ellos. Es un sobrante más
del sistema, un personaje que, inconscientemente, ha mostrado lo que sienten y
piensan los que, como él, han venido a este mundo a ejercer de parásitos de la
sociedad, inútiles mantenidos, lacras caras de una democracia que se hace sus
aguas mayores y menores encima de sus gobernados.
En política, y más aún hoy
en día, hay que serlo y parecerlo, guardar las formas, medir las palabras y
actuar con honradez. Y éste palanganero (se lo dice él mismo, no es cosa mía)
ha abierto el diccionario, se ha ofrecido como ejemplo para que los españoles
veamos de qué madera están hechos los que nos representan. De Collarte, como de
muchos, no constan iniciativas en el Congreso, ir por ir, si hay que ir, se va.
Sólo ha intervenido una vez en el Parlamento en lo que llevamos de legislatura
(igual para preguntar la hora o cuándo se paraba a almorzar). Se reconoce, también
como muchos, un bien mandado que está en el Congreso únicamente para levantar
la mano y votar lo que dice su partido. Ésta sí, ésta no, esta me la ordenan,
me la voto yo. Acepta el caballero gustoso ser un borreguito disciplinado siempre
que no falten los euros. Admite sin tapujos que él y los suyos carecen de
margen de maniobra, que su cometido es obedecer y obedecer, sin molestar.
Entonces, sin que se ofenda,
pobrecito don Guillermo, permítame reflexiones y sugerencias. Vuélvase usted a
la privada, hombre, que para lo que hace no le necesitamos, sobra como sobra la
última copa en un coma etílico. Alguien que se burla, vale que sin querer, de
la puerca miseria que nos invade, debe desaparecer sin demora de allá donde le
hayan bien colocado para que bien acate las comandas de los jefes. No estoy
dispuesto, y considero que es mi derecho, a que ni un céntimo de mi dinero se
destine para sufragar los costes de su vida, amigo diputado. Me niego, ya no
por principios. Me niego por cojones (sin perdón). Y si se ofende, ajo y agua.
Más me molesta usted, que me cuesta lo mío. Y en esta corriente revanchista en
la que he decidido sumergirme, me sentiré satisfecho cuando las pase usted no
canutas, si no putas de verdad. Saluditos, hombre de dios, y que tenga buen
viaje a ninguna parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario