viernes, 17 de agosto de 2012

Hemorroides habemus


Toca berrear. Hora es ya de sufrir en voz alta lo que, por la ubicación y, dependiendo del tamaño y del número, se lloraba antaño en silencio. La inseguridad social ha excluido como fármacos subvencionados esos que permiten que las amigas que a muchos  castigan inmisericordes duelan un poco menos de lo habitual.  Se ve, se nota que los que han elaborado la lista no van estreñidos, no. Acostumbrados como están a hacérselo encima nuestro con asiduidad y soltura, el tránsito intestinal les fluye rápido y caudaloso. Ya sabéis, el marisco, capitán general de su pirámide alimenticia,  suelta a base de bien si además va regado con buenos espumosos. Por otro lado, parir, los de arriba paren con cesárea unos engendros deformes en forma de decreto y otras lindezas canallas, por lo que no les pide la naturaleza apretar como para sacarse las tripas. En consecuencia, a éstos, hemorroides pocas, no necesitan pomadas que calmen su furia asesina. Ergo, ¿para qué pagar por algo que no les afecta?...
Y es que el mundo está mal repartido. Mientras están los que se hacen trenzas con ellas, la troupe que manda ni almorranas tiene. Eso sí. De las que cuelgan. Que de dos patas abundan, y mucho, en la casta política. Son más dañinas y sólo con una cirugía muy especial se libra uno de ellas. Para estas almorranas públicas no hay ungüento, subvencionado o no, que las esconda. Su tipología es rica y la lista es larga. Os dejo aquí unas cuantas, aunque sea para amenizar la escatológica lectura de hoy. Para empezar, hay un tumorcillo real por ahí que promete lágrimas de tamaño familiar, una almorrana de pega, yerno y ex deportista, supuesto desviador profesional de fondos. Nuestro cinegético monarca no sabe cómo operársela. Y le pica, le pica mucho.
Otra existe que duele que se las pela, una que nos depara siempre desazón desde su ministerio, una que ha afilado el alfanje para devanar las cabezas de los funcionarios, un elemento que les quita a los policías, los médicos, los profesores y demás calaña de vividores la extra de Navidad  mientras él, honrado prócer de la patria, cobra 24.000 euros en concepto de alojamiento y dietas, a pesar de tener casas (en plural) en Madrid. Mala, mala de verdad la almorrana en cuestión. La peor de todas, se nos ha puesto por montoro, digo, por montera.
Una más. Viene de fuera aunque con familiaridad nos toca. Prima es y riesgo tiene la alemana. En estas fechas está de vacaciones, andará cociéndose a schnapps en alguna de sus colonias, cargando pilas la invasora, preparándose para darnos la puntilla en otoño, si llegamos. Peligrosa y corrosiva, se ha adueñado de todo. Y nuestro cuerpo gobernante, cobarde, cobarde y cobarde, se ha rendido a su poder.
Otra. Pequeña, pero molesta, picajosa, cansina, de las que rasca y rasca hasta que te saca de quicio. Picardo la llaman, una almorrana llanita, un chulo de burdel provocador que, con una pizca de seriedad y la misma cantidad de arrestos, nos quitaríamos de encima de un plumazo, cerrando así un episodio lamentable de nuestros últimos trescientos años de historia.
Sigo. La de ahora tiene nombre corto y se hace acompañar de un colega peor aún que ella. Una cueva de ladrones y especuladores, una caverna en la que, pienso, no debíamos haber entrado jamás de los jamases. Entre ella, su amigo y las transferencias de Sanidad y Educación, todo manejado por políticos de medio pelo, inútiles y/o desalmados, se han comido toda la energía que traíamos de serie. UE la llaman. Y al socio, Banco Central. Y Europeo.
Y termino con la saga sentenciando, que me apetece. Toda la casta, absolutamente toda la casta, que no se libra ni uno, forma un entramado de intestinales llagas que va a acabar con España salvo que la enfrentemos y la cercenemos. Entonces, libres ya de su presencia, podremos respirar, sonreír, incluso sentarnos, cosa esta última que a día de hoy es harto difícil, tal y como nos la están metiendo…

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