Me cago en tal. Habrá que proponer
desde ya a los de la Real Academia Española de la Lengua que, desde alguna de
las letras, preferiblemente la eñe mayúscula, de Ñordo, impulsen la
institucionalización de una nueva locución, “hacer un juancarlos”, definiéndola
como “Excusarse porque toca, disculparse
antes de que ser calzado para los restos. Expresión equivalente a lo siento, estoy arrepentido y/o no volverá a
ocurrir, que cuando se realiza aporta parabienes y alegrías”.
Antes de proseguir con el tema. Que
quede claro que no lo digo por la elefantada con desprendimiento de cadera de
S.M., tan suavemente enterrada por los medios y tan supuestamente aceptada por
el pueblo llano. Y tampoco está en mi intención poner a currar a nuestros
ilustres académicos de la sinhueso, no se me vayan a estresar. Lo que me ocurre
es que, válgame Dios, me he dado cuenta de que la susodicha expresión se está
implantando a lo bestia, vía intravenosa y desde las altas esferas.
¿Cómo que no?...Ya, si será que
me lo estoy inventando yo…Vamos a ver. Los presos de ETA no tendrán que pedir
perdón a las víctimas para acogerse al nuevo plan integral del Gobierno
encaminado a facilitar la reinserción de los terroristas. Les bastará con medio
arrepentirse por escrito, y así acceder al acercamiento a los centros
penitenciarios del País Vasco. A cambio, los que estamos fuera, ya que no hemos
asesinado a nadie, nos comprometemos para, con nuestros impuestos y buena
voluntad, educarles en la ciudadanía mientras el padre Pío bendice su
conversión a la fe democrática. Resumiendo, lo que viene a ser marcarse un
juancarlos de manual, en toda regla, como mandan los cánones.
Bien claro lo ha dicho el
ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Señor terrorista, hágame una
redacción clara y solemne en la que muestre su voluntad de dejar atrás el
terrorismo, y a cambio le ofrezco incorporarse a un plan de vainilla sabrosón.
Le educaremos en valores para la convivencia, participará en cursos de mejora
de su capacitación socio-`profesional y así, cuando salga libre como el sol
cuando amanece, se reinsertará, fijo que sí. Y si no puede salir por el tamaño
de sus crímenes, nosotros acercaremos la cárcel a su domicilio…
No puedo seguir. Mejor no
escribir más sobre esta barbaridad, que descompone el alma y altera el instinto.
Me provoca más que cabreo, tristeza; la jugada normativa es un fraude al
sentido común. Una genuina patada en el culo. Así que, antes de dejar teclado y
lengua en manos de los sentimientos, prefiero terminar el artículo como lo
empecé. Me cago en tal.
Poco margen de disculpa me parece ese cambio en materia terrorista.
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ResponderEliminarPoco o ninguno, Fernando. Un saludo, amigo.
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