lunes, 30 de abril de 2012

Vaya semanita


El que no se organiza es porque no quiere. La semana tiene siete días, y cada uno de ellos debe estar dedicado a alguna actividad laboral lúdico festivalera. Y si tú no te lo montas convenientemente, ya se encargarán de programarte la vida desde el lado oscuro del conocimiento y la razón. Vamos, que te pongas las pilas, que como no espabiles, ni los cartujos sufrirían la dura disciplina que amenazadora te será impuesta por los próceres de la patria.

Aunque, tal y como sopla el viento, pocas opciones nos quedan para estructurarnos. La semana viene mal dada. Busquemos a ver qué nos dejan libre los pastores del rebaño. De entrada, los viernes ocupados, todos de dolores. Con la cruz a cuestas, la corona de espinas y el cilicio por calzón o braga, a disfrutar carnalmente con las reformas que vienen y vendrán sin parar, ministeriales pedradas a nuestros bolsillos. España está mal, muy mal, y las hormigas pringadoras tenemos que ofrecer la vida en gloria de mayores valores, autonómicos y centrales despropósitos amasados por la estúpida ineptitud de los gestores públicos.

Otro día. Los lunes, al sol. Si no tienes curro, al parque, a cebar a las palomas con lo que te encuentres por el suelo, que cuando estén bien gordas para unos gazpachos sirven. Eso sí, siempre y cuando donde vivas exista un parque en el que sentarse que no sea un perdidos en la tribu entre vidrios rotos, jeringas y gomas usadas. En el caso de que no, un consejo. Sillita y a la plaza del Ayuntamiento, majestuoso espacio público donde dejar morir el tiempo controlando la dedicación exclusiva de nuestros ilustres ediles. Se matan a trabajar.

Sigo. Los jueves, milagro. Tres Ave María y un Credo en arameo. Sumas y restas, tienes una, se te llevan dos que no te devuelven, directa o indirectamente, divides entre las bocas que hay en casa y como no te toque la primitiva, a aplicarte en el método adhesivo de adelgazamiento, efectivo sistema en el que, a fuerza de no engullir nada, las paredes del estómago se pegan de tal forma que el ombligo parece una hernia discal.  
De los domingos, ni te cuento. Dispersión social. Unos, de cañas. Para cuatro euros que tengo, me los pulo en fiestas y que me embarguen el piso, total, qué más da. Otros, de litrona en casa antes de que corten la luz (nuevo artículo de lujo en esta España maravillosa), viendo las motos o al Alonso teledirigiendo el cuatro latas. Los afortunados, pádel y aperitivo en el club, que aunque tú estés en la puñetera miseria, los hay que tienen los billetes de quinientos por castigo. También será día de menesteres sindicales, manifestaciones varias y palmas, palmitas para el incompetente de Rubalcaba(a las pruebas me remito) y para los dos de Yellowstone, el Dúo Estático, Simón y Garrafón, Timón y Pumba o como quieras llamarlos, que ambos invitan a desplegar la imaginación. Dos resucitados a la orden de uno de los autores del desastre. El Trío la legaña, el que ha hundido media España.

De momento están aún disponibles martes, miércoles y sábados. Pero la cosa se pone chunga. Sin Champions ni nada de nada, y la liga a punto de terminar, pues como que el vacío ha ocupado ese sitio que el alma del desgraciado dedica a huir de la realidad y a aborregarse mirando como unos cuantos se forran corriendo en calzones detrás de un  balón. Dame fútbol y dime tonto. Menos mal que hay Eurocopa. Y después, Olimpiadas. Y después, otra vez la liga. ¡Qué contento estoy!, diría Macario.

Concluyendo. Que me falta un día para ciscarme en todo. Ergo, habrá que añadir uno más a la semana y llamarle Campanero, como al toro enamorado de la luna que abandonaba por las noches la manada para tirarle los tejos a algo imposible de alcanzar. Que así estamos aquí. Cornudos y apaleados. Digo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario