miércoles, 16 de mayo de 2012

Dios salve a la reina


El Palacio de la Zarzuela ha cancelado el viaje que doña Sofía iba a hacer a Inglaterra para asistir a la celebración del 60 aniversario de la llegada al trono de Isabel II. Y lo ha hecho atendiendo a una petición del Gobierno como respuesta a las agresiones de la pérfida Albión. A saber.  Una, desde Gibraltar reclaman la soberanía de las aguas que bañan la Roca. Dos, la banda encargada de animar el tremendo fiestón de Windsor es, ni más ni menos, la del Regimiento Militar de Gibraltar. Acordeones,  gaitas y un mono nativo pasando el platillo. Tres, el príncipe Eduardo y la gorrona de su mujer, la Rhys-Jones, van a venir de visita a la colonia británica para conmemorar el Diamond Jubilee de su mamá. Ambos se pasearán ufanos mientras sus policías encierran varios pescadores españoles en homenaje a la matrona.
Ocho soluciones se me ocurren a tan terrible conflicto. Una, acude al guateque el rey. Con una escopeta. Impresionante la escabechina en semejante cementerio de elefantes. Dos. Expropiamos Gibraltar al amanecer. Tres. Faenan los pescadores españoles escoltados por la Guardia Civil, que acojona mucho. Cuatro. Rompemos relaciones diplomáticas con Londres. Sustituimos al embajador por Undargarín. Los deja limpios en un mes. Cinco. Ponemos un billete de quinientos en la verja, y cuando venga la Rhys, lo vea y se tire a por él, la detenemos por inmigrante ilegal. Seis. Cocemos a Harry con cerveza caliente (no sería difícil) y le grabamos vestido de lagarterana haciendo balconing en Benidorm (tampoco sería difícil). Siete. Tomamos represalias y no les votamos en Eurovisión. Ésta es muy cruel.
Y ocho. Agotada la vía diplomática por inútil y cansina, nos arrancamos y le ponemos remedio ya de una vez y por todas al problema de Gibraltar. O recuperamos a las bravas el regalo que Felipe V le hizo a los ingleses y que salga el sol por donde quiera, o asumimos  que ese pedazo de tierra española será extranjera por los siglos de los siglos, amén. O lo uno, o lo otro. Pero ya. Que con la que nos está cayendo encima sólo nos falta entretener energías en preocuparnos por fastos reales a la vez que constatamos cabreados cómo nuestros amigos de las islas del norte presiden el club internacional de los que se ríen de España. Club en el que, por cierto, y jugando a adivino, no tardará mucho en asomar el sobrinísimo Mohamed VI con alguna maniobra sobre Ceuta y Melilla. Del caserío me fío, pero del dictador marroquí, ni un pelo de cabra oriunda del islote Perejil. España está débil y éste, a la que pueda, nos la va a clavar. Tiempo al tiempo.
Entretanto, lo dicho, Dios salve a la reina. Pero que la salve en su país

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