Piensa Paul Krugman que en junio
se nos caerá el cielo encima. Grecia fuera del euro y corralito en España e
Italia. Y, como así lo piensa, así lo ha escrito en el New York Times. No tendría
mayor importancia si no fuera porque este señor es el Premio Nobel de Economía
y premio Príncipe de Asturias, lo que viene a significar que algo debe saber
del tema. Para echarse a temblar.
A ver cómo lo argumenta. La
salida de Grecia del euro traería cuantiosas retiradas de bancos españoles e
italianos de depositantes que se llevarían su dinero a Alemania. A continuación,
se establecerían sí o sí los mecanismos de control necesarios para prohibir
transferir esos depósitos fuera del país y limitar la disponibilidad de
efectivo. Vamos, un corralito de la leche.
A continuación, todo quedaría en
manos de una Alemania que, o aceptaría inyecciones masivas de capital público
en España e Italia, permitiendo una inflación más alta en la zona euro, o por
el contrario consentiría el colapso y le daría el RIP a la moneda única. Buf. Y
es que los condicionantes para que en España los ahorradores se queden mirando
el palomo se dan de lleno. Basta con un vistazo a la sucesión de circunstancias
y hechos del corralito argentino y el posterior corralón para constatar que,
tarí marí, vamos por el mismo camino y a toda velocidad.
Yo, particularmente, como debo
hasta de callar, no tengo nada que hacer; mis ahorros se limitan a una telaraña
y media rodaja de salchichón. Pero si tú, tacita a tacita has juntado algo,
vete pensando cómo protegerlo, que igual te lo limpian. Compra dólares o
francos suizos y escóndelos bajo la baldosa, invierte en lingotes pequeños de
oro, ábrete una cuenta en un Banco alemán que opere en España, saca la pasta y
caminito a Andorra o compra acciones de Coca Cola o Mac Donalds. Que el Nobel dice que el sistema financiero va
a petar. Tú mismo.
Ahora bien. Antes que nada
recuerda que el corralito no es más que pánico, ir a recoger lo tuyo y encontrarte
con que no hay billetes para ti. Si lo controlas, una de dos. O te quedas sin
un euro, o, siempre y cuando los demás hagan lo mismo que tú y no toquen sus
dineros, simplemente no se produce.
De todas maneras y en previsión
de futuros acontecimientos, cojámonos de las manos y cantemos unidos el corro
de la patata, donde comen los señores, naranjitas y limones, alupé, alupé, sin
un euro me quedé. Porque a buen seguro que los señores ya están resguardando lo
suyo, que van muy por delante de ti, plebeyo.
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