Ayudarme, por favor, a
buscar expresiones o calificativos que sirvan para definir al engendro ese que
se ha lesionado el dedo de tanto contar billetes, al que le amañaba las
talegadas, al que permitió el estupro y, ya que nos metemos en harina, por qué
no también a la madre que los parió a todos. Tal es el calentón que llevo que admito
cualquier cosa, desde el insulto más soez hasta la más delicada metáfora, siempre
y cuando tenga como objetivo y diana la dura cara de estos innombrables. A mí
se me han acabado las ideas, no tengo palabras adecuadas, las que se me ocurren
provocarían que los abogados que éstos tienen en plantilla me empapelaran hasta
los calzones. Así que, si a alguno le ha revuelto las entrañas igual que a mí
lo del esguince con el dinero de las subvenciones y tiene ganas de ciscarse en
esta gentuza, muy agradecido estaría de recibir sus mensajes.
Y si no es así, pues no
nos vemos o no nos conocemos, lo mismo da. Ya me encargo yo del tema. A ver
cómo lo hago sin meter la pata…Bien. Podría decir que el suceso es un reflejo
más de la degradación moral y del envilecimiento de la clase política,
auténticas causas de la erosión de las instituciones y de la destrucción de un
Estado que la norma normarum define social y democrático de Derecho, pero que
en realidad apesta como un vodevil infumable repleto de ladrones. Podría hilar un
poco y expresar el profundo pesar y el inmenso dolor que me produce el ver cómo
el rico, el político, el especulador, el corrupto, el oportunista y el poderoso
se pasan por el forro valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico tales
como la justicia y la igualdad. Podría, incluso, mostrar mi convencimiento de
que lo que en verdad nos está devorando no es un cáncer de índole económico,
sino que el imprescindible componente ético de los rectores públicos ha
fenecido asesinado por estos esclavos fieles de Don Dinero. Incluso podría
recurrir a mi educación cristiana y poner la mejilla para que me la sajaran sin
piedad. Podría.
Pero va a ser que no,
que no sirvo para diplomático, que me tengo que ciscar sobre todos y cada uno
de ellos de igual forma y manera que ellos lo están haciendo día tras día sobre
nosotros. Así que, ahí voy. No hay estercolero donde almacenar tanta escoria ni
pozo donde enterrarla, no hay castigo legal ni condena eterna para esta estirpe
corrupta, no hay cárcel en la tierra ni círculo en el infierno que pueda
albergar su miserable raza. Es, por tanto, que creo que debemos extirparnos el
tumor antes de que nos consuma. Y eso es algo que, a mi enojado entender, lo tenemos que hacer expulsándoles de las instituciones, sometiéndoles
al dictado de una Ley que no actúe de meretriz, arrebatándoles lo que han
forjado con su podredumbre hasta que devuelvan desde el primer al último
céntimo que nos han robado y privándoles de una libertad que no merecen.
Justicia e igualdad.
Al final tampoco me he
pasado mucho, ¿no? Y es que, como os he dicho antes, ya no me quedan palabras.
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