Punto uno: Merito, igualdad
y capacidad. En esas condiciones, iguales para todo el mundo, alguien decide
presentarse a una oposición, la aprueba tras dura competencia y obtiene como
premio un puesto de trabajo fijo (o no,
que para eso está el Estatuto Básico del Empleado Público, para definir cómo se
adquiere y cómo se pierde el curro). El premio es jugoso; en más del 90 % de
los casos, si gana 1100 euros se puede dar con un canto en los dientes. Toda
una pasta que está congelada desde el cretácico, merced a lo cual, además de
llevar ya una pérdida acumulada del 45 % de poder adquisitivo los últimos años,
cuando las vacas eran gordas y llevando una carretilla se triplicaba esta cifra,
él era un pringado que no cataba un euro; y ahora que las vacas son flacas y
juntan piel con costillas, él es el pringado que debe pagar gran parte de esta bacanal
montada por la inútil y/o corrupta casta política y sus socios y amigos de la
banca.
Punto dos: Vileza, nepotismo
y saber arrimarse. En esas condiciones, que se matan entre ellos, alguien
decide colocar en una administración a un amiguete como personal eventual, sin pasar
otra oposición que la de otro que como él quiere un cargo en el que, durante
cuatro años, ganar guita suficiente como para no pegar chapa en los restos. Su
premio es pírrico, una limosna; vienen a cobrar una media de 4000 euros al mes por
asesorar al espíritu santo. Habida cuenta de la transparencia de su actividad
(tan transparente es, que ni se les ve), y la importancia de su cometido (tan
importante es, que lo han grabado a cincel en el santo grial y así nadie lo
llegará a conocer), se ha convertido en el elemento indispensable para acometer
con acierto y precisión la noble tarea de despilfarrar el dinero público. Estos
asesores entran digitalmente por la puerta
(la principal si van sobrados o la trasera para que no pegue el cante) y
ocupan la administración hasta que la dejan limpia. Se trata de especímenes muy
difíciles de reconocer en ocasiones, debido a su enorme capacidad para pasar
desapercibidos (salvo a fin de mes y si hay alguna comisión que trincar).
Suprimirlos significaría un ahorro de 40000 millones de euros.
Matemáticas.
Punto tres: Confundir
funcionario con asesor es como no saber distinguir el día de la noche. Y en
esas están algunos españoles, borreguitos palmeros que satanizan al empleado
público, al que está al servicio de las ciudadanía, porque lo equiparan con el
cargo político, que sólo se sirve a sí mismo. Los medios de comunicación
mamadores del poder, los títeres de Beteta, desvían la atención hacia el pringado
para que así estos ladrones del sistema sigan afanados en sangrar al Estado. Un
país con más políticos (450000) que personal sanitario y profesores es un país
condenado a la desaparición. Robarles la paga extra a los empleados públicos supone un ahorro de 3000
millones. También son matemáticas.
Como podréis ver si pensáis
un poco, no es lo mismo…
Tan sólo recordarte que si quieres ganar tanto como el de la carretilla tú también puedes. Es incomparable un trabajo con el otro. No causes más llaga entre trabajadores y dale toda la caña que quieras a los políticos que son los responsables de la actual situación.
ResponderEliminarEn ello estoy y no voy a parar
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