A ver si termina el martes, el Barcelona se cepilla al Madrid o el Madrid se carga al equipo catalán, que me importa un bledo, de verdad. Tengo ganas de que pase esta cruz, esta guerra que sólo sirve para atentar contra los sentidos (agilipollarnos). Y es que tengo a mi hijo de cinco años entre cabreado y triste. Fácil de explicar. Merengón como es, por un lado se indigna ante la lamentable y exagerada representación de dolor que exhiben algunos jugadores del Barcelona, que parece que les disparan francotiradores desde las torres de iluminación. Porque tiros deben ser, tal y como se retuercen de dolor. Y por otro lado, hay que verle la cara a Tomasete cuando se habla de lo torpe y mal que está jugando su equipo del alma. Sin consuelo está el pobre, lo bueno que es Messi y lo que falla Cristiano en las ocasiones importantes.
Yo, encima, le aumento su pesar al no esconder el asco total que me están produciendo ambos equipos, que para mí como si desaparecen los dos. Que no se me enfade nadie, pero esto de los sentimientos en el fútbol es muy particular, y yo el corazón lo entregué desde que recuerdo al Hércules. Y, verán, este fin de semana, los de la capital y los catalanes me han hecho una jodienda de marca mundial. Así que estoy de estrellitas de Belén, actores sin vergüenza, chulos malcarados, filósofos insoportables, soberbios impresentables y demás componentes de esta farándula hasta las narices. Ya le he dicho a mi hijo que se olvide de clásicos en casa, que ya me dan arcadas.
Para postre, lo que es la casualidad de las cosas, que no se nos escape lo bien que le ha venido a algunos que yo me sé la retahíla de enfrentamientos futbolísticos. Mira por dónde se han encontrado con unos días en los que nadie habla ni del paro, ni de la debacle política, social y económica, ni de lo inútiles que son. De muerte, no hay mal que por bien no venga. Como lo de Bin Laden. Los americanos se lo cargan en el momento más oportuno posible, cuando peor cantan las cosas en los USA para Obama. Premio para los dueños del mundo libre, que por fin han eliminado al hijo de mil padres éste. Lo que no alcanzo a comprender, tonto que debo ser, es por qué han tirado el cuerpo al mar, por qué se han deshecho del cadáver, con lo que les va a ellos el espectáculo…
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