Me gusta la idea, porque me gustan las movilizaciones populares. Es bueno que reaccionemos, que nos enfrentemos a los que controlan un sistema devorador e injusto y que se pelee por cambiar el juego y a los jugadores. Ya era hora de salir a la calle y decir basta, ya tocaba exigir lo que nos pertenece y plantarle cara al cáncer político existente, ya era hora de rebelarse contra la especulación financiera y el abuso de los bancos. La oportunidad del momento es discutible, pero el fondo es justo y claro, siempre y cuando surja de la espontaneidad y de la naturalidad y ningún bandido se esconda detrás. Quiero pensar que la gente ha decidido manifestarse porque sí, porque ya se han hartado de la casta política, sus corruptelas, su inutilidad y sus embustes, porque piensan que la crisis deben pagarla aquéllos que la han provocado, porque saben que hay que cortar garras y alas a los que están manipulando el sistema en su beneficio. Era necesario responder ante las continuas agresiones y levantar la cabeza, gritar que no somos mansos corderos.
La diversidad y pluralidad de los que han comenzado esta revuelta pacífica invita a considerar que lo que ocurre es natural, generado por el hastío y el enojo de muchos. El banquero roba, especula y juega con lo ajeno sabiendo que si lo pierde nada pasa, la ciudadanía idiota repondrá con creces lo esquilmado. El político se enriquece impunemente, blinda su vida, hace y deshace a capricho, exhibe su estupidez sin pudor, legisla el absurdo y vende su existencia como imprescindible. Banquero y político deben responsabilizarse de sus actos y de su torpeza, y pagar por sus errores, como cualquier hijo de vecino. Suena a música celestial.
Pero también tiene su entrada para esta fiesta la desconfianza. Es inevitable preguntarse si hay alguien detrás de este fenómeno social; es decir, si algún partido político ha extendido su arte para la manipulación y ha originado esta fabulosa expresión de indignación. Hay quien piensa que el PSOE la apoya y empuja, pues se sabe derrotado en las elecciones; al promover la abstención se restan votos del descontento que habrían ido a la derecha y jamás a la izquierda gobernante, privando de cierta contundencia a la victoria de los populares. Son los mismos que dicen que los socialistas, puestos a perder, prefieren descomponer el sistema que ellos ya han destruido y emerger de las sombras como padres de la nueva democracia a construir, antes que entregar la plaza. Un “ya que yo no mando, tú tampoco; se rompe la baraja y se abandona el juego”.
Yo no sé que pensar. Insisto, me gustan muchos de los planteamientos y me gustan las formas. Disiento en algunos, ninguno fundamental salvo uno, el relativo al voto. No hay que abstenerse el 22, hay que votar, lo que sea, pero votar. Nadie puede arrebatarnos ese derecho.
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