Tengo ganas de votar. No escondo el asco que me produce la casta política y sé que ir el domingo al colegio electoral y depositar un sobre en la urna supone que algunos que no merecen ni el aire que respiran continúen con su negocio. Pero quiero votar. Éste es mi derecho, un estilete con el que luchar por mi libertad. Y también constituye, a mi modesto entender, un deber que cumplir. La democracia me permite expresar mi voluntad, y convierte este ejercicio de soberanía en el vehículo ideal para participar en la resurrección del país, o, en su defecto, convertirme en cómplice de su destrucción. Voy a votar sí o sí. Y tú deberías también.
¿A quién? Si no lo tienes claro, el que te surja en el momento, cualquiera te vale si piensas que todos son iguales, que no valen un céntimo ni uno de ellos, que no se salva nadie de la quema. Enseña tu identidad e introduce el sobre. Si no lo haces es como si te rindieras, como si aceptaras que te han vencido, que se han salido con la suya. Y eso no puede ser.
Si ese es tu deseo, diles que se vayan al carajo de la mejor manera, votando. Cierra los ojos y elige uno al azar, lánzalos al aire y cógelo al vuelo, entona a pulmón abierto un pito, pito, gorgorito, mete en el sobre un dibujo de tus hijos, un cromo de Ronaldo o Messi, un poema de Garcilaso, la foto de tu suegra, un mensaje escatológico o un recuerdo a la parentela directa de alguno. Haz lo que quieras y de la forma que te apetezca, pero vota.
Vota tu convicción, vota para castigar, vota para que se queden los mismos, vota para que algunos boten, vota por un cambio, vota en blanco, vota nulo, vota lo que te dé la gana, pero vota. Si deseamos que jugadores y reglas cambien, debemos formar parte activa del juego. Como un buen amigo mío, irreverente vocacional, que se ha fotografiado donde acaba la espalda, y ha escrito en la postal; “ya que me estáis dando siempre por ahí, por lo menos que conozcáis dónde la metéis de continuo”. El domingo, foto y lema viajarán en un sobre, vía DNI, hacia el interior de una urna. Le he preguntado el por qué. Y me ha dicho que es lo que le apetece, que no ve diferencia entre su culo y alguna que otra candidatura y que, además, confía más él. Ante esto, nada que objetar.
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