El preso etarra, Jon Agirre Agiriano, Elurtxuri, ha abandonado la prisión vizcaína de Basauri tras pasar 30 años en la cárcel. A la salida le esperaban medio centenar de personas, entre los que se encontraba Tasio Erkizia, histórico dirigente de la izquierda abertzale, y Niko Moreno, de ANV, alcalde de Elorrio. El ahora liberado fue condenado por tres asesinatos, uno de ellos el de José María Piris, un chiquillo de trece años que, el 29 de abril de 1.980, jugando con dos amigos en una calle de Azpeitia, cometió el error de darle una patada a una bolsa que contenía un artefacto explosivo. Sesenta y nueve años tiene el exterminador, aquél que no permitió que ese niño alcanzara ahora los cuarenta y tres.
Sale en libertad, la sociedad reintegra a un asesino que nunca se ha arrepentido de sus crímenes, a uno de los duros de la banda criminal. El sistema acoge a alguien que sólo tiene en su voluntad la destrucción del mismo a través de la violencia. Uno de los que, sin duda, apoyan a Bildu como vehículo legal. A Bildu o a cualquier formación que tenga en su esencia el terrorismo y la muerte.
Espero que lo politización de la justicia no consume una nueva traición y mantenga firme la posición del Tribunal Supremo. Espero que el chantaje del PNV no encuentre una respuesta cobarde en el PSOE. No deben estar en las instituciones aquellos que usan sangre y terror como argumentos, no hay que permitir que invadan nuestra democracia aquéllos que sólo pretenden desintegrarla. Su único destino es y debe seguir siendo pagar por los delitos cometidos, aunque en muchos casos, como el de Agirre Agiriano, el precio sea irrisorio, salga barato matar. Consiguen la libertad aun cuando la reinserción es una mentira, cuando no hay arrepentimiento, cuando sólo existe odio. Estos personajes no tendrían que ver la luz jamás.
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