Con lo poquito que uno sabe de economía, que de aficionado sufridor no paso, y lo bastante que procuro documentarme, me sobra y me basta para saber que el actual capitalismo econocida y los malos Gobiernos y sus nefastas políticas se van, el uno y los otros, irremediablemente al carajo. El sistema actual de economía de mercado carece de legitimación, de igual forma que los Gobiernos que lo han protegido y protegen han perdido también cualquier validez adquirida en las urnas. Las elecciones que se vayan produciendo van a castigar duramente a los que han optado porque los ciudadanos, las auténticas víctimas del juego financiero especulativo, paguen el rescate público de los bancos y el sueldo de los banqueros. Impuestos y recortes salariales y sociales sólo contribuyen a aumentar la desigualdad. Las bases de la política democrática occidental están destruidas y se va a producir, sin duda, la aparición de nuevas corrientes políticas e ideológicas que dinamitarán el sistema. Movimientos populistas que crecerán con el abono del enojo y la crispación.
El sistema se ha conformado en la base de la peligrosa asunción de riesgos excesivos, buscando la rentabilidad inmediata. Nuevas prácticas financieras que se han propagado como la peste, apoyadas en la política de bajos tipos de interés practicada en EE UU y en Europa; una burbuja de crédito subvencionada a la que se ha sumado la burbuja inmobiliaria. Especulación, fraude y corrupción, todo apoyado en una manipulada legalidad.
Los ricos, la inmensa mayoría pertenecientes al sector financiero, se han hecho cada vez más ricos. Saben que, aunque yerren, las consecuencias de sus acciones no las pagarán ellos, sino la sociedad que acudirá a su rescate. Economistas teóricos que desconocen la realidad del mercado, que se limitan a jugar. Y que, una vez redimidos de sus pecados, persisten en las mismas conductas, inciden en los mismos errores, comportamientos amorales e impunes de depredadores económicos. Si a éstos les unimos los políticos interesados y torpes, corruptibles y acomodados parásitos, tenemos un caldo de cultivo ideal para que la sociedad estalle e inicie una revolución capitalista contra este modelo aberrante y devastador, exigiendo responsabilidades más allá de las meramente teóricas. Creo que se aproximan nuevos tiempos donde los extremismos van a campar a sus anchas, donde las sociedades, hartas del abuso, comenzarán a reclamar sangre.
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