Yo no sé ustedes, pero a mí me está entrando el pánico. Entre el dialogante Rubalcaba diciendo que el otoño se presenta muy complicado y la vicepresidenta para Asuntos Económicos, Elena Salgado, descartando que España vaya a entrar en recesión o que precise un rescate financiero, me temo que vamos a tener que emigrar a hacer las Américas emergentes o marcharnos a Alemania siguiendo los pasos del Pepe aquel que se largó a Merkel Land buscando las habichuelas. O lo que sería peor aún, una travesía en pateras, vía islote Perejil, al Sahara, a currar en alguna de las minas de fosfatos del sobrinísimo Mohamed VI. Y no es que sea pesimista, no. Es que estoy realmente acojonado.
Verán. Aún me acuerdo de las palabras de la ministra de Economía negando que se fueran a tocar pensiones y sueldos de funcionarios, que parecía San Pedro jurándole fidelidad a Jesucristo. Total, un par de meses más tarde, palo que te crió y el acostumbrado donde dije digo, digo Diego. Y si esta buena mujer asegura una cosa, ocurre lo contrario, con total seguridad. Además, quien le entienda que la compre. Reconoce que existe una "desaceleración" del crecimiento para luego apuntar que, al contrario de la previsión del Gobierno, "en estos momentos no se ve" que el segundo trimestre de 2011 será mejor que el primero (otra vez fumándose los brotes verdes). Ni recesión ni rescate. Fiesta mayor.
Pero lo que realmente me asusta son las declaraciones del presidenciable A. Pérez, que en su nuevo papel de vigía de occidente reconoce que las cosas se van a poner muy crudas, y que a lo mejor no nos libramos de la masacre económica que se nos derrumba encima. Un personaje que negó la crisis hasta que ésta le mordió en el culo, manifestando que nos podemos ir a hacer puñetas con una mano delante y la otra detrás. Y todo con esa voz de curilla de confesionario que se le ha puesto, cual Juan XXIII, que sólo le falta levitar. ¿No es suficiente para echarse a temblar?
Lo dicho. La casta política gobernante y sus cómplices traen el hambre. Acopiemos lentejas y garbanzos, que de legumbres viudas nos vamos a hartar. Y cuando se acaben éstas, piedras. Y cuando ya no queden piedras, pues igual nos cabreamos de veras y la liamos parda. Igual. Bien es sabido y lo dicen los mayores, que el español no se rebela hasta que faltan el pan y el agua. Y ahora mismo ya son 1, 4 millones los hogares en los que no entra un euro.
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