Llega el verano y con él los contratos temporales en hostelería y servicios. Algunos afortunados conseguirán aliviar mínimamente sus cuentas familiares y, quién sabe, ahorrar algo para los libros y demás gastos obligados que surgen en el otoño. Una pequeña inyección de tranquilidad que no es más que pan para hoy y hambre para mañana. Cuando pasen los calores estivales, todo tornará por desgracia a su lugar, y el panorama volverá a ser desolador. Colas ante las oficinas del INEM y desesperación a quintales.
Son tres meses que los distintos gobiernos autonómicos y locales aprovecharán, si quieren y pueden, para estabilizar, que no equilibrar pues es ya imposible, unos números que tiemblan por su debilidad. Las arcas están vacías y ni para el gasto corriente hay ya. Muchas entidades locales de cierta enjundia dependen a día de hoy para pagar sus nóminas de empresas privadas que con la crisis hacen un negocio brutal: yo te dejo la pasta, pero tú me compras a mí hasta el papel higiénico. La bola es cada vez más gorda, y poblaciones enteras acabarán dependiendo durante generaciones de El Corte Inglés. Para que luego se diga que la crisis afecta a todos por igual, grandes y chicos. Esto es la selva y hay que ser serpiente y arrastrarse para sobrevivir. En cuanto al gobierno central, poco hay que decir: están ahí porque les toca y porque en otro lado no los querrían ni para sacar punta a los lápices. De la mano de una oposición inoperante, sólo piensan en repartirse ese futuro tan negro que nos están cocinando. No son buena gente, no son de fiar.
Para volver a creer en los políticos, éstos deberían actuar de verdad. Mientras no eliminen ministerios y administraciones absurdas (entre Chaves, Aído, González-Sinde, Garmendia y Corredor sólo tres proyectos de ley y 5.000 millones), no fulminen a todos los asesores que nos han impuesto para sangrarnos, no supriman gastos excesivos, fastos y fiestas innecesarias, no se reduzcan en cantidad y número sus sueldos varios (Pajín y compañía, ya os vale) y no racionalicen su gestión, no serán más que un cáncer agresivo y letal que corrompe todo lo que toca. No creo que nos merezcamos los dirigentes que tenemos. No creo que seamos ni tan estúpidos ni tan tontos.
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