lunes, 7 de junio de 2010

¡Oh magnánimo Zapatero!

ESCRITO BAJO EL NOMBRE DE MARÍA JOSÉ MAYANS GIMÉNEZ

Ya está. He hecho los cálculos y lo tengo claro. Como buena ama de casa que soy, obligada a ello por un mercado laboral cruel e injusto, a la par que muy cutre, la economía de mi casa se me muestra con una nitidez como nunca había presentado. Esto hay que agradecérselo al encomiable esfuerzo realizado por los responsables políticos del país, obstinados como están en facilitar la supervivencia de las familias. Gracias a Zapatero y todos los maravillosos asesores que le pelotean (perdón, rodean; se me ha escapado), ya no tengo problemas para saber si termino o no el mes. Ya no he de estirar los billetes de cincuenta hasta convertirlos en cincuenta y cinco, buscar marcas blancas de esas que salen más baratas, quitarme de aquí para tapar allá, o disminuir el gasto común para darme algún capricho, como comer y cenar (lo del desayuno lo doy por desaparecido, directamente no existe).

Todos estos problemas, nimios y absurdos, se han volatilizado, no pertenecen a mi vida. El fin de mes ya no es una obsesión para mí. Ya sé, por fin, donde termina: el mismo día que empieza. Es decir, tal y como se cobra en casa, se cobran los bancos y vuelta a empezar. Estupendo. Colosal. Magnífico. Digno de salmos y plegarias.

“¡Oh, glorioso! ¡Oh, majestuoso! ¡Oh, Zapatero! Relaja tu furia descontrolada, ten misericordia de tu pueblo y esconde el látigo de tu ineptitud. Compadécete de aquellos que penamos tu torpeza y otórganos el beneficio de respirar con libertad, sin el martillo opresor golpeándonos inmisericorde. Escúchanos allá, en tu infinita altura. Asómate al precipicio de nuestra desesperación. Resbala en tu soberbia, y cae rompiéndote todos los huesos, que es lo mínimo que te mereces. Así, al menos, pagarás algo por el dolor que provocas”

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