En mayo tenía que haber subido la luz. Pero no un cuatro por ciento. Por lo menos un diez. Así encararíamos el verano con más alegría, con más predisposición para ir a la playita a lucir cuerpo. Porque cuerpo, lo que se dice cuerpo, vamos a tener lo nunca imaginado y siempre deseado: el país más estilizado del mundo, con las carnes más prietas y duras. Delgados a tope, de una esbeltez extrema. Y todo, todo, todo, merced a la política económica de nuestro gran benefactor, el amigo del Papa y de Obama, el rey de reyes dentro de los gestores públicos, el único, el fabuloso, el increíble mago de las finanzas, José Luis Rodríguez Zapatero.
Después de la dosis de tijeretazos y recortes sociales, ahora vendrá el IVA para recordarnos que la fiesta continúa. Y, como un palo nunca golpea él solo, nuestros colegas de las compañías eléctricas nos van a deleitar con un recibo más caro (le han cogido vicio a esto, ¿no?).
Ahora bien, no nos engañemos que lo hacen por nuestra salud. Me explico. A base de lavar la ropa en la pila o en una lavadora a pedales; de correr por la casa apagando luces; de pasear y pasear por centros comerciales para trincar algo de fresquito; de sudar como marranos por no gastar ventiladores ni aires; de cocinar poco para no usar la Vitro o por no tener comanda a la que hincarle el diente; de no ver la tele por las noches, dedicando ese tiempo a menesteres más físicos (algo bueno, mira por donde). A base de esto y del hambre que vamos a pasar, nos quedaremos como sílfides, sin grasa corporal, con olor a tigre, pero exentos de colesteroles y triglicéridos. Sanos y flacos, vamos.
Hablando en serio. Como sigan exprimiendo el limón lo van a dejar seco del todo. Y cuando ya no quede jugo, a ver de dónde sacan para cubrir lo que tan mal saben administrar esta banda de inútiles.
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