Pobre CEOE. No le dan lo que quieren. Su socio en el gobierno sólo proyecta propuestas nimias, sin contenido, que perjudican gravísimamente los intereses empresariales. Están descontentos con la reforma laboral, y así lo manifiestan.
Pero, ¿qué carajo quieren?, si se me permite la expresión. Van a poder despedir con total libertad, sin necesidad de arbitraje: con justificar, y aún no se sabe cómo, que las cosas no van bien, todos de patitas en la calle, con la limosna en el bolsillo. Control total sobre el trabajador, explotación legalizada y normalizada: el poder absoluto, con la consiguiente destrucción de derechos. Ahí es nada.
Un empresario busca el mayor beneficio con costes y riesgos mínimos. Pero alguno de estos últimos debe tener: el que juega, algo arriesga. Ahora, con la reforma laboral, se abre la veda: montar un negocio, aguantarlo un rato para ver si produce, y si es que no, deshacerse de él de un plumazo serán deportes de elite para las clases privilegiadas. Eso es lo que se dice fomentar el empleo: el empleo de mano de obra barata, de quita y pon, sin garantías, y sometida a pasar por agujeros muy estrechos si se quiere trabajar. La muerte definitiva de las luchas de clases. La implantación de las dos Españas; la pobre y dominada y la rica y manipuladora.
A los demandantes no hay que protegerlos, no. “Pandilla de vagos”, “Trabaja el que de verdad quiere”, “Mientras cobren el subsidio, no se mueven los muy perros”. Frases de barra de restaurante caro, chascarrillos de buen vino y tapita de jabugo: argumentos de explotadores.
Pero humor no falta. De la Vega acusa al PP de abrazar el marxismo. De chiste. No se puede abrazar lo que ya ha sido eliminado por el Gobierno; el marxismo ha fallecido, ejecutado por aquellos que debían defenderlo. Descanse en paz, si puede.
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