ESCRITO COMO MARÍA JOSÉ MAYANS GIMÉNEZ
¿Se acuerdan del juego? Un, dos, tres, pollito inglés a la pared. Alguien hace de madre y de espaldas a los demás, suelta la retahíla y se gira con rapidez a ver si pilla a los otros moviéndose. Gana el que consigue alcanzar el muro sin que la madre perciba ningún movimiento. Yo juego con mis hijos, y ellos se parten de risa. De inocente y sencillo, el entretenimiento se convierte en magistral.
El otro día estaba liada en ello. Un, dos, tres, pollito inglés a la pared. Vuélvete al principio, que te he visto. Y mis hijos se reían, y a empezar otra vez. Es entonces cuando, fíjate tú, tuve la revelación. Lo que nos está pasando no es real, es una quimera, es una diversión infantil. No es más que un pollito, pero a lo bestia, a gran escala. Todas y todos, sin excepción, hacemos de madre. Tenemos que cumplir con el rito, realizar nuestro trabajo, y girarnos con mucha rapidez para intentar que los que se aproximan por detrás no logren su objetivo, lleguen hasta nosotros y nos la claven sin compasión. Si les vemos, vuelven al inicio y arrancan de nuevo. Pero si somos lentos, ellos no fallarán: son muy astutos y, piano ,piano, cada vez los tendremos más cerca, notaremos su fétido aliento en el cogote y no podremos hacer nada para evitarlo. Banqueros, políticos, especuladores y más gente de postín han sustituido las risas de los niños por el sonido de la calderilla de sus bolsillos. La frescura, la inocencia se ha esfumado dando paso al instinto por sobrevivir. El juego es ahora un reto. Si te tocan, ya has perdido, pero para siempre: no levantarás cabeza jamás.
Así que ya saben. Estemos atentas y atentos, porque los jugadores no descansan ni piensan darnos un respiro. Diez padres nuestros, veinte ave marías, y al tajo: Un, dos, tres, pollito inglés a la pared.
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