La política se radicaliza. La gente se va colocando en los extremos de un sistema democrático que está sufriendo, tensionando la cuerda que hace de eje de equilibrio. El estamento judicial no pasa por su mejor momento; una serie de decisiones controvertidas, y se duda de su imparcialidad y honestidad.
¿Estamos locos? Antes había que confiar en la aplicación y en los aplicadores de la justicia, y ahora hay que negarles la autoridad, según sople el viento. Los juzgados y tribunales españoles han caído bajo el control de fachas con fusiles (para unos) o marionetas marxistas(para otros); los jueces han olvidado de golpe el por qué y el para qué están en su cargo, y han optado por alterar la paz social incitando a las armas. Con la policía inventando pruebas incriminatorias, los magistrados dejándose llevar por sus instintos, rencores y envidias, y la clase política acumulando el dinero en furgonetas, lo más conveniente sería salir a la calle y asaltar una armería para abastecernos de municiones.
Todo esto es como si alguien buscase que los españoles se posicionaran en las esquinas y se liaran a tiros entre ellos; como si el objetivo fuese montar un 36, pero a menor escala, para garantizarse que el poder no se les escapase y seguir cortando el bacalao, a cualquier precio. Por suerte, la mayoría de los españoles no estamos por la labor de dejarnos dominar por políticos ineptos y/o corruptos y/o manipuladores, ni por aquellos que a la sombra de éstos han encontrado un bien nutrido sustento.
Debemos defender la justicia en este país; confiar ciegamente en ella y dejarla actuar. Ya está bien de atacarla desde derecha e izquierda. Ya está bien de intentar controlarla a caprichos y necesidades propias. A ver si la respetamos un poco entre todos, o nos cargamos el sistema. Un poco de cabeza, por favor, o acabaremos mal, muy mal.
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