Norte o Sur. Blanco o negro. Madridista o culé. Carne o pescado. Socialista o popular. Rojo o facha. Dos mitades enfrentadas, cables pelados que echan chispas cuando se acercan. O tú o yo. Los dos juntos no cabemos en el mismo sitio. Te odio porque no sé si tú también me aborreces; por si acaso, te golpeo yo primero, no sea que después tú me des con más fuerza. Ni agua te voy a dar; eres mi rival, y al enemigo no se le concede ninguna ventaja…Todo esto ¿por qué? O, mejor dicho, ¿a quién beneficia tensionar a los españoles, mantenerles en una confrontación continua, en un eterno estado de enfrentamiento?
Yo tengo muy claro quiénes ganan con esta exaltada situación. Los vencedores son los mismos que nos han conducido al desastre económico, social e institucional que impera en España; son la elite política, los profesionales del sistema que, viendo peligrar su estatus, necesitan la división del pueblo, el choque continuo y agresivo, la radicalización de las posturas, para seguir apareciendo como líderes imprescindibles, elementos insustituibles en el gobierno de una masa a la que consideran adocenada e inculta. “No te preocupes por nada, aquí estoy yo para defenderte. Déjame a mí, que tú no sabes cómo. Ya me encargo yo”
Los listillos, los espabilados, los canallas sinvergüenzas de siempre. Los que se limitan a esperar a que la cosa reviente para ofrecer sus servicios. Los que hábilmente provocan el caos, destruyen lo estructurado y se convierten, por obra y gracia de embustes y manipulaciones, en arquitectos del futuro del país. Esos son los que siempre ganan. Ellos, sempiternos triunfadores; nosotros, los eternos derrotados. Y seguimos sin escarmentar. Nos engañaron, nos engañan y nos seguirán engañando. La culpa es nuestra…
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