miércoles, 28 de abril de 2010

No me mientas que no soy tan tonto

No tiene fin. Es como el invitado estrella de una cena de idiotas; si alguien vio la película o la obra de teatro, sabe de qué personaje hablo. Debe ser el único en el país que no se percata de la realidad; no creo que actúe con maldad, que esconda los acontecimientos con el fin de perpetuarse en el cargo (tiene menos futuro que la Falange). Considero que está convencido de lo que dice, lo cual le convierte en peligroso y temerario. En su mundo de fantasía, sitúa España como el paraíso perdido, la tierra de la bonanza y las oportunidades, un vergel de ilusiones y posibilidades. Pero los datos cantan.
Uno de cada cinco está en el paro. Para él es positivo. Significa que la cosa va bien; hay que seguir confiando en la gestión. Con su bola de cristal augura, por enésima vez, creación de empleo, trabajo para todos. Y no se le cae la cara de vergüenza cuando lo dice.
El gasto en las administraciones públicas sube un 6,8%. Aquí es donde, pobre inculto de mí, se me escapan los números. Porque si al funcionario de base se le ha incrementado el salario en un teórico 0,3%, que en realidad es una reducción de ingresos, el resto se lo deben estar repartiendo entre cuatro amigos, y los amigos de éstos. Con el chollo de la libre designación, van colocando aquí y allá a sus colegas, pagándoles bárbaros complementos por opacos cometidos. Un ejemplo, en el BOE 290 del 2/12/2009.
Sigue demandando ahorro y sacrificio. Vale, yo ahorro en electricidad; después vienen las compañías y piden una subida en el recibo del 20%. Es de locos. ¿Y el sacrificio? Sólo me queda vender la sangre y las entrañas. Si el resultado fuese el deseado, estaría dispuesto. Pero para que se lo pulan ellos, que se sacrifiquen él y sus compinches. Sonsoles, haznos un favor; convéncele de que se retire, que le viene grande el traje, que está haciendo mucho, muchísimo daño.

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