Viernes 16 de abril de 2010 INFORMACIÓN DE ALICANTE
MARTA
No pretendo abrir un debate. Tampoco es mi intención herir susceptibilidades y, ni mucho menos, sentar cátedra con mis palabras. Pues no son más que eso: palabras que me salen de dentro, que reflejan lo que siento y cómo lo siento. Soy padre de un niño y de una niña, y considero que tengo el derecho a expresarme con esta claridad respecto a este asunto. No quiero entrar en discusiones sobre la Ley de Protección al Menor, o sobre la pena de muerte. Me limito a opinar con total libertad y con el corazón; quizás una reflexión profunda modificaría mis planteamientos. O quizás no. Lo único que sé es que los engendros humanos, los desperdicios sociales, los monstruosos seres que violaron y mataron a Marta del Castillo no deberían seguir respirando el mismo aire que respiran la familia y amigos de la muchacha.
La muerte sería poco castigo para ellos, pero posiblemente la solución más justa, más coherente.
Y la que más amortiguaría el inmenso dolor que provoca la salvajada que cometieron y que continúan cometiendo con su silencio respecto al paradero del cuerpo. Pero parece que no es políticamente correcto ni cristiano pensar así y, por descontado, manifestar este pensamiento. Me importa poco. Incluso, aunque fuese la única persona que sintiera de esta manera, nada ni nadie me haría cambiar.
Creo en el sistema; es el que tengo y lo respeto y defiendo. Eso no quita que, donde la razón no tiene sus dominios y gobiernan los sentimientos, todo me encamine en desear la peor de las suertes a unos mal nacidos que no tienen derecho a vivir. Repito e insisto, no es más que una opinión: la mía.
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