Nos enfrentamos a varios problemas de muy difícil solución. La derecha política ha mostrado su cara ladrona, arrimada al poder y al dinero y ocupada en enriquecerse. Una banda de malhechores. La izquierda luce un rostro lerdo, torpe e inútil, incapaz de obrar con efectividad, falto de recursos y preparación. Un desastre como gobierno. Los sindicatos están hermanados con el inepto legislador, y comparten inactividades y bastantes responsabilidades con él. Se mueven menos que el toro de Osborne. Las formaciones que podrían actuar como alternativas no comunican nada, ni bueno ni malo, nada de nada. Son libretas en blanco, bolígrafos sin tinta.
No hay nadie por ahí arriba en el que se pueda confiar, alguien en el que apetezca depositar tu afecto libre y soberano. La oposición y el gobierno del país se han establecido como academias formativas; en unas te enseñan a robar carteras, y en la otra a vaciarlas a cambio de nada. Los jueces andan a la gresca entre ellos, entre prevaricaciones, rencores y venganzas. Incluso, estamos abandonados de la mano de Dios; el pobre también tiene lo suyo con sus representantes en la Tierra.
¿Qué nos queda? Lo de siempre; las ganas de vivir, de pelear por los nuestros, de disfrutar de lo que tenemos, de intentar ser felices aunque nos lo pongan difícil. Ganas, ganas y más ganas que se traducen en esfuerzo y sacrificio. Y en esto estamos. Pero sin quitarse el placer y el gustazo de, con toda la cortesía y educación del mundo mundial, mandar a hacer puñetas a los anteriormente citados, deseándoles que reciban a no muy tardar el premio que merezcan cada uno de ellos, sin excepción. Que hay para todos…
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