Hace un año que escribí el artículo. Un año ha transcurrido, y todo sigue igual, ni nada ni nadie ha cambiado. Peor aún, arriba continúan ejecutando los mismos ni-nis su implacable labor de desolación, dirigiéndonos a todos por un camino sin retorno hacia el desastre y la ruina total. Sí, los que nos acaban de colocar los séptimos en la lista de estados más que sospechosos en cuanto a la solvencia, políticos que ni saben, ni quieren saber, que ni sirven y ni tienen preparación para el cometido por el que cobran lo que cobran, que ni valen para salvaguardar los intereses del país y ni ganas que tienen de ello. Así, dado que la vigencia de lo escrito es aún mayor, lo he vuelto a redactar sin variarle una coma. Una cosa sólo: insisto en el final, pues creo que si lo consiguiéramos todos juntos, si nos librásemos de este cáncer, lograríamos volver a respirar.
Estamos en manos de una auténtica y genuina generación Ni-ni. No me refiero a los jóvenes que no tienen ni oficio ni beneficio y exprimen la supervivencia de sus progenitores.
Tampoco hablo de los universitarios que, al acabar su formación, no encuentran ni un empleo digno ni una mísera oportunidad para demostrar sus cualidades, ni de los que no poseen ni perspectivas ni posibilidades de progreso en sus trabajos, por no hablar de los parados que no vislumbran ni presente ni futuro para ellos y los suyos.
De igual forma, no sería justo bautizar de esta forma a los pensionistas que no pueden ni opinar ni hacer nada para evitar el desastre que se les avecina, ni al españolito medio que ya no consigue ni llegar a fin de mes ni tiene medios para pelear por ello.
Los verdaderos Ni-ni que nos conducen a la pobreza son grupos corporativistas que no tienen ni escrúpulos ni vergüenza. Al frente de ellos se sitúa una casta política que ni sabe lo que es trabajar en pos del bien común ni ganas que tiene de saberlo. Criaturas malditas sin corazón ni conocimiento que ni pueden ni quieren mejorar la vida de los demás. Vampiros que sólo se protegen a sí mismos con sueldos y jubilaciones ultrajantes, mostrando un rostro en el que no aparece ni la cordura ni la decencia.
Junto a ellos, fundidos, encontramos a los asesores y demás parásitos millonarios que ni trabajan ni cumplen con los cometidos que justifican su innecesaria existencia. Si completamos la lista con los especuladores, algunos banqueros desalmados y ciertos explotadores de lo ajeno que ni humanidad ni solidaridad muestran en su comportamiento, tenemos completa la generación Ni-ni que no nos deja ni vivir ni pelear por nuestra supervivencia.
No deberíamos permitir ni que nos derrotaran ni que nos humillaran todos los días. Hay que quitárselos de encima.
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